Ídem
Los Olivos Suicidas ·
ernesto medina rincón
Miércoles, 29 de enero 2020, 21:37
Cuando intento amenizarles a mis alumnos de Bachillerato la explicación de los pronombres latinos, aprovecho el anafórico enfático -ídem, eadem, ídem- para contarles que en ... mi mocedad lo utilizábamos con relativa frecuencia. Me miran sorprendidos. En sus ojos leo el escepticismo. ¿Cómo íbamos a saber latín tan jóvenes y menos todavía para que fuera expresión corriente? Me prestan atención al comenzar mi relato, «las discusiones siempre acaban con insultos. Hijoputa; cabrón; mierda, que eres un mierda; gilipollas». Sonríen, «igual que ahora», colijo que estarán pensando. «Cuando ya parecía que era imposible superarlo, quedaba una última baza. Pues tú, ídem más». Al tiempo que se ríen, preguntan «¿el otro qué hacía?». Quedaba corrido, aunque lo más frecuente era que tuvieran que sujetarnos para que no nos liásemos a puñetazos». Sigo despertando su curiosidad, «¿vosotros no lo habéis escrito nunca?». Niegan con la cabeza o encogen los hombros. Como significa «esto mismo» se utilizaba la abreviatura «id.» para indicar que se repetía un término en una sucesión. Muy práctico cuando te mandaban copiar cien veces «no se me olvidará hacer las traducciones». Antes de que vuelvan a la dura realidad, remato «ahora to quisqui, que también es un pronombre latino, a estudiárselos».
Lo que era recurso de pelea callejera entre chaveas, es ahora el arma dialéctica preferida por nuestros políticos. Observen el tweet de Pablo Echenique ante las críticas que el Gobierno ha recibido por el asunto de la Vicepresidente venezolana: «lo más brutal de la máquina del fango hoy disparando todo el día contra Ábalos desde teles, radios y digitales no es ya el olor a fosa séptica y el modus operandi protogolpista. Lo más brutal es el mensaje implícito ultra-autoritario. Hablar es un crimen. Está prohibido hablar». Ignoro si le quedaban caracteres pero podía haber añadido «ídem más». Y lo clava. Este mensaje es el mejor ejemplo del nivel político actual. Una deficiente redacción se coliga con la falta de argumentos más allá de lo escatológico y la descalificación del contrario por el mero hecho de serlo. Sin embargo, he de admitir que me subyuga la tierna ingenuidad de Echenique. Admite implícitamente que Ábalos habló de lo divino y lo humano con Delcy Rodríguez ante la que supongo estupefacción del aludido que no pensaba que el líder de Podemos le iba a echar una mano al cuello. Pero el surrealismo más infantil es la última frase «hablar es un crimen. Está prohibido hablar», que es justamente lo que han hecho los medios de comunicación: hablar, informar, opinar. El doble rasero al que se ha abonado todo el espectro político sin excepción resumido en el viejo adagio español «consejos doy que para mí no tengo».
Todos los días sin excepción infinitos desgobernantes, desde concejales a ministros, recurren al «ídem más». Está en la primera página del manual de instrucciones que todos los partidos políticos les proporcionan a sus cargos electos. Si la oposición lo coloca en un brete, recurre al tópico, «mejor calladitos, que ustedes no lo resolvieron cuando gobernaban». En caso de que un periodista apriete la clavijas, las culpas al oponente, «estamos gestionando una pesada herencia que recibimos del anterior gobierno». Lo de la herencia recibida es también ya un clásico de la teoría política actual. Lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Ignoran intencionadamente que lo pretérito ya fue juzgado y sentenciado en cada elección, máxime si se produce el cambio de gobierno.
Después de los pronombres latinos, me fui al despacho. Me esperaba un alumno que molestaba continuamente en clase, «sí, puede ser que yo estuviera hablando un poco. Pero los demás metían mucho más follón sin que les haya pasado nada». Me levanté del sillón para darle un abrazo. «Tú tienes mucho futuro. Cuando mandes, acuérdate de mí, que hoy te vas sin castigo». Porque estoy seguro de que llegará lejos aprendida tan requetebién la lección elemental.
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