'Ibercantamañanas'
Huesos de aceituna ·
Así que, con la idea de no perder el paso, han emprendido una carrera para acabar con este Gobierno progresista a toda costaJosé Luis González
Viernes, 15 de octubre 2021, 23:18
Una nueva especie de político ha surgido con la irrupción de las redes sociales y las tertulias televisivas. Se trata del 'cantamañanas', un señor o ... una señora cuyo crédito político e intelectual queda expuesto, casi a diario, con cada tuit que firma o con cada programa en el que desata su verborrea insípida, plagada de falso sentido común y tufo populista. Es la moda, qué le vamos a hacer. Los que defendemos la ecuanimidad ideológica, la explicación detenida y rigurosa, ya sea en las Cortes o en otros foros menos formales, somos ya unos carcas.
Así lo han constatado las empresas del Ibex-35, que se han apresurado a fichar rostros televisivos para sus asuntos macro-económico-políticos –perdonen el palabro-. Como ejemplo más sonado estos días tenemos el del excandidato socialista por Madrid, Antonio Miguel Carmona, que ha fichado ¡como vicepresidente! de Iberdrola. Y no hay nadie que haya podido definir mejor este movimiento que el carismático –y también bastante populista, para qué nos vamos a engañar– Miguel Ángel Revilla: «Hombre, 440.000 euros para un tío que no sé si entiende el recibo de la luz…». Y ya puestos, él se definió a sí mismo en 2015 hablando de Esperanza Aguirre: «¿Cómo es posible que una cazatalentos con tan poca pericia cobre 400.000 euros de una empresa privada? Ya no son puertas giratorias, son puertas, ventanas y tejados». Pues nada, yo 40.000 eurillos más pa'la buchaca.
Con ese sueldo, ¿qué importa que aparezca ante la opinión pública informada –palabra esta tercera que hay que ir incorporando para distinguir– como el 'tonto útil' de una empresa enfrentada el Gobierno? Porque es así. No es que Carmona sea tonto –Dios me libre de pensar tal cosa–, es que así nos lo parece cuando es más que evidente que la animadversión de Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, hacia Pedro Sánchez le ha empujado a fichar a este hombre, claramente enfrentado a la actual cúpula socialista. Por tanto, la deducción es clara: la calidad de 'tonto aparente' bien vale ese jornal que cobrará a partir de ahora. Y el absoluto silencio por parte del excandidato –algo inaudito en alguien como él– no hace más que confirmar nuestras sospechas.
Pero este asunto es la punta de iceberg. Por debajo está el sobredimensionado status adquirido por la empresas que compiten en el mercado eléctrico de nuestro país, permitido –si no auspiciado– por los sucesivos gobiernos desde los presididos por José María Aznar. La privatización sin el más mínimo control público de un servicio esencial como es el de la electricidad ha dejado una porción de nuestro bienestar en manos de unos cuantos empresarios que, con toda lógica liberal, buscan los mayores ingresos con el menor gasto. De ahí el ejemplo de los pantanos desecados en tiempo récord para aumentar los miles de millones en ganancias de este sector.
Así que, con la idea de no perder el paso, han emprendido una carrera para acabar con este Gobierno progresista a toda costa. Tachándolo de extremista, como aseguró en días pasados el propio Galán: «Con extremistas dentro del propio Gobierno no se puede gobernar». Obviando la evidencia de que la vicepresidenta 'extremista' Yolanda Díaz –líder actual de Podemos y exactamente en la misma órbita del Presidente del Gobierno– ha llegado a numerosos y muy provechosos acuerdos con la patronal y los sindicatos para salvar cientos de miles de trabajo y miles de empresas a través de los ERTE's y los excepcionales créditos ICO. Convirtiéndose España en un ejemplo para Europa, como así ha reconocido en varias ocasiones la conocida 'bolivariana' Úrsula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea y, para más señas, integrante del Partido Popular europeo.
Y en esa deriva navegamos, con el ínclito Aznar y su grumete Casado al timón de esta oposición que, sin lugar a dudas, ha puesto rumbo a ese iceberg del que hablaba. Mientras los 'cantamañanas' nos dan el almuerzo o la cena a través de la televisión, o nos sirven de laxantes en el retrete mientras repasamos nuestros perfiles en las redes sociales. Oyéndoles o leyéndoles, queriendo o sin querer, decir con su boca o con las yemas de los dedos lo que luego desdecirán con sus hechos. Enardeciendo todos a su audiencia, que cada vez –otra vez– es menos 'ciudadanía' y más 'pueblo'.
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