La hipocresía del segundo milenio
Huesos de aceituna ·
Luego están aquellos que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molinojosé luis gonzález
Sábado, 14 de marzo 2020, 03:02
Una vez deglutido el Día de la Mujer Trabajadora, celebrado el pasado domingo, con todas sus 'manifas', reportajes, artículos, opiniones y tertulias, he de decir ... que tengo un empacho de hipocresía que, como dice mi madre, me sale por la tapa de los sesos. ¡Cómo somos los ciudadanos y las ciudadanas de esta parte del mundo cuando nos ponemos espléndidos! Que si romper el techo de cristal, que si más mujeres en los puestos de decisión, que si listas cremallera, que si cuotas, que si… Todas, aspiraciones y demandas justísimas. Me atrevería a decir que exigencias de nuestro tiempo, que nos exhorta para una absoluta dignificación de la sociedad a través de la igualdad total entre sexos, etnias, condiciones sexuales o religiones -si es que esto último es intrínsecamente posible, mediando la razón-.
En mi opinión es incluso muy apropiado el eslogan que ha hecho suyo el Ministerio Igualdad a través de su titular, la ministra Irene Montero: 'Sola y borracha quiero llegar a casa'. Huelga explicar su sentido porque estimo en lo que vale la inteligencia de quien lee esta columna. Y, si alguien cree que el lema induce al consumo de alcohol, debe inmediatamente iniciar un tratamiento para dejar la bebida. Entiendo que, así como ocurre con las campañas para luchar contra el exceso de accidentes de tráfico, el mensaje debe ser claro, conciso y, si es posible, tener una cierta dosis de provocación.
Ya ven que soy militante en el apoyo de estas jornadas reivindicativas que tienen que ver con la discriminación histórica de determinados grupos sociales, entre otras cosas porque pertenezco a uno de ellos. Pero al final del día no puedo evitar la sensación de haber asistido, al menos en parte, a la puesta en escena de una obra de teatro mal ensayada o sobreactuada. Más concretamente, y refiriendo este día dedicado a las reivindicaciones feministas -ojo, de hombres y mujeres–, al final de la jornada o ya en los primeros minutos del día 9 de marzo, estaba yo con ciertas ganas de ver una peli de Woody Allen o escuchar 'La Traviata', maravillosa, de Plácido Domingo.
Me harté, sobre todo, de asistir a la loa generalizada de 'nuestras' mujeres del pasado, vilipendiando al tiempo a los hombres de esa misma época tratándolos poco menos que como a delincuentes. Y es que generalizar siempre es un atrevimiento, pero hacerlo con desdén desde la atalaya del presente es, además, ventajista. Voy a comenzar esta reflexión con una boutade: no, no todos los hombres del siglo XX éramos unos machistas insensibles y metemanos. Los había sí, no sé si más o menos que ahora, pero los había. Como también había señoras que obligaban a sus hijas a levantarse de la mesa para retirar los platos mientras el varón permanecía repantingado en la silla viendo la tele; o a llamarlas 'descarriadas' -o algo peor- por andar con chicos o cambiar de novio; o a darles consejos del tipo, «aguanta, hija mía, que es tu marido». También era común oírlas decir, no sin maliciosas sospechas, que preferirían verlas muertas antes que lesbianas -lo cual, también valía para la homosexualidad de los hijos-. Todo, en muchas ocasiones, sin la intervención del marido, que permanecía ajeno a tales invectivas.
Yo me atrevo a preguntar, ¿quién merece más reproche social -que no penal- desde nuestra perspectiva actual, ya digo que ventajista: aquellas mujeres adalides y difusoras del machismo y de las 'buenas' costumbres, o los hombres que, a su lado, sacaban provecho del status quo de la época de un modo más o menos consciente? Desde mi punto de vista, ambos por igual. Era la sociedad la que fomentaba el machismo y la homofobia desde una perspectiva ultracatólica generalizada. Entonces, ya está bien de juzgar conductas pretéritas que ahora carecen de consecuencias penales y centrémonos en mejorar la educación de nuestra progenie para que no cometa los errores de sus antepasados. Que salgan a la luz, sí, como ejemplo de lo que no puede volver a ocurrir, pero con los pies en la tierra.
PD. Sobre el coronavirus tan solo un par de cosillas: yo hubiera cerrado nuestro espacio aéreo para los vuelos procedentes de Liverpool la noche del miércoles, y los centros comerciales para quien empuje más de un carro. El virus de la estupidez sí que es pandemia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión