Hacedores de bueyes
Opinión ·
Marcial Vázquez
Jueves, 15 de agosto 2019, 22:11
Reconozco que Errejón me produce un especial rechazo, más que nada porque representa el prototipo de la nueva especie de político de izquierdas que no ... es más que un timador emocional dispuesto a vivir del cuento, nunca mejor dicho. Eso sí, Íñigo es mucho peor que Pablo Iglesias, porque mientras el primero aún sigue aparentando ser un cordero cuando es un peligroso lobo comunista, el segundo nunca ha sabido ponerse la piel de corderito más allá de un par de veces infructuosas, porque la naturaleza de Pablo siempre ha sido asomar el colmillo justo en el momento clave para alcanzar la presa, que logra así escapar indemne.
Precisamente de un tiempo a esta parte cierta izquierda molesta con parte de Podemos y con parte del socialismo, ha creído encontrar el nuevo becerro dorado progresista al que adorar, con la colaboración abyecta de parte del sanchismo y con el palmeo incomprensible de cierta parte de la derecha mediática, ambos unidos en su obsesión principal: acabar con Podemos, esto es, con Pablo Iglesias y consorte. De ahí que en el debate de investidura para el gobierno regional de Madrid apareciesen sesudos analistas y expertos alabando y glosando la perfecta técnica de oratoria y argumentación que había puesto en escena Errejón, que al lado de Gabilondo parece un molinillo frenético en acción. Me refiero al Gabilondo político, no al hermano periodista, ese filósofo de guardia que encontró el sanchismo prematuro para cargarse a Tomás Gómez con el puñal de la traición y de la infamia, ya que iba a ser imputado de un momento a otro aunque 4 años después ya nada se sepa ni de la imputación ni del tranvía, que ha pasado a mejor vida. Curiosos esos filósofos que hablan de le ética kantiana y demás frases de azucarillos mientras se prestan a sucios enjuagues internos y condicionan su llegada y continuidad a que no haya primarias; que no esté afiliado no significa que no sea partidista, explicaba algo así el catedrático.
En la otra parte, la triunfal, estaba Díaz Ayuso, que con un resultado desastroso ha conseguido la presidencia de la Comunidad al igual que Ximo Puig hace 4 años en Valencia o Pedro Sánchez en su moción de censura ilegítima. La cuestión es sencilla: cuando lo hace la izquierda es un gran pacto de progreso democrático para frenar a las derechas, pero cuando lo consigue la derecha es un 'trifachito' de perdedores que van a meter en la cárcel a todas las mujeres y a los homosexuales. Así de burdo es el simplismo intelectual de cierta izquierda reaccionaria. ¿Qué problema hay con Ayuso? Que era una desconocida, apenas con experiencia en llevar el tuiter del PP madrileño, y ahora está dirigiendo la autonomía más importante de España. ¡Qué escándalo, que vergüenza! -claman estos paladines izquierdistas de la democracia- ¡que pudiendo tener un filósofo de presidente los madrileños hayan votado tener a esta ordinaria derechista!, pero así de ingrata es la democracia española con los más 'preparaos'.
Siguiendo el hilo de la reflexión llegué a otro lugar interesante pero apenas comentado en mis artículos: el negocio creciente de los 'asesores' políticos metidos a hacedores no de reyes, sino de bueyes, que es el resultado habitual del producto final. Como decía, hacedores de reyes siempre los ha habido, pero es ahora cuando esta tradicional figura de Rasputín alcanza un especial significado, porque confluyen auténticos pedantes ignorantes de casi todo dispuestos a llevar al poder a auténticos necios inflados de soberbia. Es posible, por lo tanto, que Errejón hubiese conseguido un 10 en técnica si hubiese ido a una competición, pero esto no supone casi nada, porque hemos convertido el arte de la política y la figura de un político en el arte de la escena donde ser un buen actor que interpreta un papel elaborado y refinado en laboratorios de ideas y en habitaciones de espejos trucados. Luego están aquellos que llegan a políticos y son incapaces siquiera de interpretar con dignidad su papel, pero esta es otra cuestión.
Pienso que es peligroso este juego perverso de haber convertido la política no solamente en un mercado sino en una especie de fábrica donde cada cual saca el producto según las instrucciones del momento y del lugar. Por mi experiencia dudo mucho que una docena de asesores logren hacer inteligente al tonto que entra a la política, pero sé muy bien que esa docena de asesores son perfectamente capaces de envilecer y hacer imbécil a cualquiera con cabeza y talento que quiera ser político.
Llegados a este punto, es preciso aceptar que la sociedad actual está perfectamente preparada y acoplada para consumir la mentira, la impostura y el discurso político del malestar -en ocasiones del odio- como estimulantes para votar o apoyar a tal o cual partido. Mención aparte merece la incipiente juventud, cuyo peor ejemplo es esa niña con serios problemas mentales convertida en referente mundial y escuchada con atención por la ONU dando clases morales y científicas de ese otro negocio mediática y rentablemente explotado por la izquierda y que conocemos como cambio climático. Del cambio cerebral de la humanidad, mejor ni nombrarlo.
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