Hablando de espías
Dicen por ahí, que los rusos nos espían y ha llegado la sospecha tan lejos que incluso José Borrell –que es, por ahora, ministro en funciones de Exteriores– se ha entrevistado con su homólogo, Sergei Lavrov, para preguntarle sobre el asunto
Dicen por ahí, que los rusos nos espían y ha llegado la sospecha tan lejos que incluso José Borrell –que es, por ahora, ministro en ... funciones de Exteriores– se ha entrevistado con su homólogo, Sergei Lavrov, para preguntarle sobre el asunto. El ruso, como buen ruso, le ha respondido que no sabe nada de espías y nuestro canciller, que aparentemente menos sabe, se ha sincerado y le ha confesado que solo disponía de referencias periodísticas. Así que lo del espía que surgió del frío, como el título de la magnífica obra del escritor inglés John Le Carré, me da la impresión que, diplomáticamente, quedará como un pésimo e incompleto guión de un cortometraje de escasa proyección.
Los espías trabajan, por encargo, con tanto sigilo y hermetismo profesional que, salvo los servicios secretos correspondientes, nadie conoce su hoja de ruta; y a veces, al margen de los servicios de inteligencia, juegan como agentes dobles o triples al contraespionaje, que es una forma de obtener pingües beneficios. Aunque con la agónica obsesión de ser descubiertos, lo que les supone pasar, en cualquier momento, de espías a expirados.
Hay más espías de los que dicen los periódicos y quieren ignorar los estados. Vivimos espiados de manera constante, en el trabajo, en la calle, en el bar de copas, o en nuestra propia casa. Siempre está vigilante 'la vieja del visillo'. El espía virtual lo tenemos en el teléfono móvil –el último espionaje ha sido el del INE– en el ordenador, en la tablet. Sin ir más lejos, ayer consulté la temperatura en la Costa, a través del 'telefoníno', y después de ofrecerme la meteorología reinante observé que la 'página' me situaba en la Vega de Granada, cuando en realidad me encontraba en Puerta Real comprando pasteles. El espía electrónico se desvió un poco en mi localización. No son infalibles.
Yo estoy seguro de que los espías actuaron, con pericia, en casos tan llamativos como los papeles de Bárcenas, la Gürtel, la permanente rebelión republicana de Cataluña, los plagios de los doctorados políticos o los ERE andaluces, a los que les queda mucho recorrido, por poner algunos ejemplos cercanos en el tiempo. Pululan los espías en la red de intereses inconfesables en empresas y partidos políticos, principalmente. Del espionaje industrial sería interesante conocer lo que no suele salir a la luz pública, aunque podría perjudicar, en la mayoría de los casos, la imagen empresarial. Donde no hay recato es en la política.
En política, a más de 'cambiachaquetas', paniaguados, mamones y desleales, suelen germinar, en provecho propio, los chivatos que llevan y traen asumiendo el papel del espía. Los avezados lectores se habrán percatado que la trama de los ERE se ha simplificado, en algunos casos, como un fenómeno aislado de un grupo de mangantes ignorantes y un chofer (el chivato-espía) que declaró que todo se redujo a unas ginebras, algo de 'coca' y unas meretrices afectas a la causa. Borrell –me dice un confidente– sigue leyendo la prensa por si aparece algún espía.
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