Granada en una vida
De Buenas Letras ·
antonio chicharro
Jueves, 6 de agosto 2020, 00:35
Cuando desde muy pequeño, en mi Baeza natal, me llevaban a uno de los paseos más hermosos de cuantos he visto nunca, en la zona ... de las derruidas murallas que da al valle del Guadalquivir, y no siempre, pero sí muchas veces, acertaba a divisar los montes nevados de Granada que alguien me señaló una vez, sentía al tiempo que una gran satisfacción interior una atracción poderosa que comenzó a crear en mí una Granada mítica alimentada a su vez por algunas imágenes que empezaba a conocer de la ciudad y de la Alhambra. Como se comprende, mi primera Granada fue de sueños. Unos pocos años después y gracias a un viaje de estudios pude subir desde el Paseo del Salón por la Carrera de la Virgen hacia el centro de la ciudad y Cuesta de Gomérez en busca de la Alhambra y el Generalife en un abril inmenso lleno de árboles florecientes, pájaros, tranvías e impecables guardias urbanos de tráfico. Granada hervía de la vida y la luz de los primeros años sesenta. Luego, mi hermano mayor se ocuparía durante años en su condición de universitario granadino de alimentar esa Granada interior mía, tan deseada. Por fin, en el verano de 1970, comencé la apasionante tarea de convertir la Granada de mis sueños en una Granada real. Aquí me encontré una cultura y sociedad en ebullición, me licencié, doctoré, aprendí las lecciones de mis profesores y maestro; me convertí en profesor, me eligieron académico y, el verdadero milagro de la vida, Granada se encarnó en mis dos hijos. Mi Granada no podía ser ya más real e inmensa.
Comprenderá el lector, aunque nada o poco sepa de mí, que haya vivido, además de por mi Baeza originaria, por Granada, la ciudad que, habiéndomelo dado todo, apenas si podía resarcirla con lo que mejor pudiera hacer con mi trabajo ya desde la Universidad ya desde la Academia de Buenas Letras. Y no otra cosa he hecho al trabajar por y para la mejor cultura literaria de una ciudad que es literaria como pocas en el mundo y condición de posibilidad de la literatura ella misma.
En estos días en que cumplo un aniversario íntimo, cincuenta años de mi llegada a Granada, no tengo rubor en compartir estas palabras que, por primera vez en mis artículos, no hablan de literatura, sino de mí y de mi gratitud a Granada, la mítica, la de mis sueños y la real, mías y en mí para siempre.
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