«Sequía, llanto de una tierra, quejío que es un quebrar, naturaleza muerta clamando desde las alturas. Arrasa, quema, fuego que no cesa. Escapa o ... reza», dice una canción de Miguel Bosé que a mí me suena a banda sonora perfecta para ambientar lo que pasa actualmente en la agricultura granadina. Llueve, sí, pero con cuentagotas sobre unos campos que son brasa viva.
La explicación a esta falta de agua la tienen los meteorólogos y también una vecina mía, que lo explica como nadie en una proverbial síntesis ecologista: «No cae una 'gotica' y el campo está hecho un secarral porque no paramos de lanzar mierda al cielo. Vamos a morir como ratas». Resumiendo, los granaínos podemos vivir perfectamente sin botellones, pero no sin agua.
«Mes seco, mes con quince días rojos, lanzas de sol quemante». No te confundas, no es la previsión meteorológica para marzo, sino un fragmento de un poema de Neruda que va que ni pintado para las gargantas secas de nuestros pantanos.
Los agricultores autóctonos tienen un conocimiento casi intuitivo de cuándo lloverá gracias a ese 'tercer ojo' climatológico que tiene todo hombre del campo. Me cuenta uno de ellos que no se divisa en el horizonte cercano un tipo de precipitación casi desaparecida de nuestros cielos: la lluvia a calderadas.
El cielo aprieta pero no ahoga, y cuando nos regala un par de años buenos de lluvia nos olvidamos enseguida. El agricultor no quiere que le llueva café en el campo; en este momento se conforma con que le caiga aunque sea un vasito de agua sobre su cultivo seco. Sin agua, la agricultura se va por el desagüe de la economía y nosotros también.
¿Lloverá pronto? Mientras rogamos para que así sea, disfrutemos de la única lluvia que aumenta conforme cae: la lluvia de facturas del recibo del agua, de la luz, del gas... eso sí que es un no parar de llover. «Agua y sed, serio problema cuando uno tiene sed pero el agua no está cerca», cantaba Jarabe de Palo. Aunque para palo, palo, el de los fondos a la agricultura de la nueva PAC, o el palo de los precios en origen, o el palo de la subida de los combustibles... o el palo de la sequía.
Cuatro esquinitas tiene la cama de un agricultor granadino, con la sequía se acuesta, con la sequía se levanta.
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