Granada, 'un como baño en algo etéreo'
Están llamando a la puerta tres años con anhelos de protagonismo conmemorativo de cumbres: el V Centenario de nuestra Catedral en 2023, el de la venida de Carlos V a Granada en 2026, y el de nuestra Universidad en 2031
Se atrevió a trazar límites, a vallar el campo del pensamiento, a levantarle la voz al poderoso imperio del 'cientificismo', y por supuesto al nocivo ... aparato que lo sustenta que tanto criticó Gregorio Marañón, y a la «mentalidad de laboratorio». Su prestigio era tal que los nazis, a pesar de que estaban informados de lo que pensaba de ellos, lo respetaron; mientras, recluido en su vivienda se consumía acosado por la invasión de Francia. En la ocupación de París tomó la decisión de personarse en el registro para ser fichado por su origen judío («quise permanecer entre aquellos que mañana serán perseguidos»). Produjo conmoción su presencia en la oficina que acabaría expidiendo pasaportes para los campos de exterminio. Murió en 1941, ignorando el infierno que aguardaba a Europa cuyo cielo se oscurecería por el humo y las cenizas de los hornos crematorios.
Nobel de Literatura en 1927, este sabio llamado Henri Bergson visitó Granada en mayo de 1916, tras participar en los actos organizados por el Ateneo y la Residencia de Estudiantes de Madrid en los primeros días del citado mes. Recuerda Federico Sopeña la impresión que le causó a Miguel de Unamuno la universal vista granadina: «contempla el panorama que Bergson soñará como el más musical de Europa: la Alhambra desde el Albaicín».
La belleza es el gran tesoro de nuestra civilización en peligro por el vendaval de la globalidad, a la que se debe poner freno desoyendo promesas similares a las de 'Un mundo feliz' con «fábricas inteligentes», que aparece abanderando la triunfante Cuarta Revolución Industrial plagada de 'clusters', ahora que los compositores los usamos menos. Por lo que respecta a Granada, lo desmedido ha imposibilitado un mejor reparto de competencias, quedando relegada a un plano más que discreto.
No, no se trató a Granada como le correspondía en la celebración de 1992. Ni se entendieron las quejas y las demandas, alejadas de caricaturas de lamentos o gemidos. Cabe preguntarse: ¿se dieron los pasos adecuados con una estrategia apropiada? Pudo recuperar protagonismo, en tantos aspectos hoy ausente, y deslumbrar al mundo con una renovada y radiante luz. Pero se impuso el argumento de que Granada era una ciudad pequeña (lo grande no es un valor, sí la grandeza), mal comunicada (verdad absoluta), olvidando el escenario de la extraordinaria área metropolitana. Sin embargo están llamando a la puerta tres años con anhelos de protagonismo conmemorativo de cumbres: el V Centenario de nuestra Catedral en 2023, el de la venida de Carlos V a Granada en 2026, y el de nuestra Universidad en 2031 (¿Ciudad Europea de la Cultura?). Es un excepcional aliciente para los que tengan la suerte de vivir la Granada de la década de los treinta, saludando feliz a una vega reverdecida, hermanada con sus poblaciones vecinas, con el balcón del Cerro de San Miguel por fin en su esplendor, y una oportunidad para ahuyentar definitivamente la esclerosis de ideas y voluntad.
Granada es libre de ensimismarse, pese a incomprensiones y traiciones, con la convicción de la fuerza de su razón: el denodado reto de rescatar lo que quedó en la cuneta de nebulosas promesas, gracias a una fecunda 'ensimismidad', y así actuar con más ímpetu, abierta para poder cerrarse y concentrarse en sus saberes y bellezas, reconciliarse con su verídica historia, restaurar las murallas físicas y derribar las psicológicas. Una Granada mesurada, sin ínfulas, emulando a su Sierra que emergió hace millones años para convertirse en atalaya y faro de la Península Ibérica.
Posiblemente sea preciso juntar nuestras ignorancias, como decía Ortega, y esperar la llegada de las evidencias. Pero vivimos demasiado alterados y de espaldas al sosiego que invita a retirarse «virtual y provisoriamente del mundo, y meterse dentro de sí», en el cosmos de sus ideas. Porque «el ensimismamiento no es sino un proyectar la acción futura», según Ortega.
Se puede ser ciego y sordo en Granada pues hay luz y sonidos que no conocen barreras. Mudo e insensible, nunca. ¡Cuántos 'sufren' el síndrome de Stendhal en el mirador de San Nicolás ante la extremada belleza del paisaje! Ninguno quizás más elocuente que Miguel de Unamuno al reconocer su impotencia para describir nuestra ciudad en 1903: «No he escrito ni creo escribiré jamás mis impresiones de Granada, y en Granada pasé una de mis quincenas más repletas de vida. Mientras viva reposará en el lecho de mi alma, por debajo de la corriente de las impresiones huideras, aquella santa caída de tarde que a principios del dulce mes de setiembre gocé en el Albaicín, todo blanco de recuerdos. Fue un como baño en algo etéreo. Las lágrimas me subían a los ojos y no eran lágrimas de pesar ni de alegría; éranlo de plenitud de vida silenciosa y oculta» ('Andanzas y visiones españolas'). Merecerían ser pasadas al bronce de la gratitud estas palabras para conocimiento de visitantes, y orgullo y estímulo de granadinos. Bañémonos y profundicemos en ese «algo etéreo» que muy pocos panoramas poseen.
Los caminos de Granada nos esperan y nos evocan unos versos de Antonio Machado: granadino «caminante, son tus huellas /el camino y nada más». Sigamos reparando olvidos de piedra, restaurando memoria y acometiendo proyectos que enriquezcan la savia de nuestro 'paraíso terrenal' presidido por la fruta más hermosa de la Creación, sabiendo que otros amaneceres no los disfrutaremos nosotros, porque nos espera la tarde de nuestro otoño, semejante a aquella unamuniana «santa caída de la tarde» del «dulce setiembre» granadino.
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