El gran teatro de las Cortes
Esta sesión de investidura, de momento fallida, ha servido para terminar de negociar el escenario. Lo demás, si no es pan comido lo pueden hacer casi de corrido.
JOSÉ MARÍA PORTILLO
Martes, 23 de julio 2019, 21:51
Las Cortes de la nación española tuvieron su primera reunión en septiembre de 1810 en un teatro, el de San Fernando. De allí pasarían luego ... a un recinto católico, el oratorio de San Felipe Neri en Cádiz. De ambos orígenes han mostrado estos dos días herencia genética nuestros representantes en el Congreso: se han desenvuelto como actores y actrices disciplinadamente apegados a su guión (tanto que muchos lo leen) y han mostrado una resistencia titánica a moverse un ápice del dogma, como si en el hecho de ceder o siquiera de considerar esa posibilidad estuviera el máximo pecado.
Con tales concepciones sobrevolando el debate de investidura pocas sorpresas cabían, aunque alguna ha habido. La representación de Sánchez no podía pretender mover de su guión a Casado y Rivera, sino tan solo conseguir una especie de póliza de seguro para el día siguiente al pacto con Unidas Podemos y de la investidura gracias a la actitud de Esquerra Republicana de Catalunya: ese Gobierno llega porque ustedes lo han querido. Tampoco quiso exhibir su flirteo con Podemos, como si fuera algo vergonzante y mucho menos darle un meneo al avispero catalán, no fuera a empeorar las cosas y cargar de razón a la mano que mueve la marioneta desde Bélgica. Resultado: un discurso plomizo como pocos y tan estimulante como una taza de caldo en este julio tórrido. Pero era un guión muy elaborado que buscaba, en parte, lo que vino luego.
Interpretó mejor el compás Casado que Rivera. Lo que va ganando el primero en espesor político es lo que va dejándose el segundo en cada intervención pública. Rivera recordó, y es evidente, que su grupo ha subido 25 escaños y que los populares han perdido la friolera de 71, pero ya es cosa suya creer que esa evidencia responde a su giro hacia un nacionalismo español hipertrofiado. A Sánchez, pero sobre todo a Adriana Lastra, no se lo pudo poner más fácil ese tono abascaleño de Rivera. Casado, sin embargo, parece haber visto bien el espacio que Rivera se muestra dispuesto a dejar huérfano en el centro derecha: que disputen Ciudadanos y Vox por el extremo y el folclore y vamos a trabajarnos el centro. Su discurso fue, junto al de Pablo Iglesias, el más político.
Iglesias precisamente nos ha dado en este debate el único momento en el que, dormidos como gatos que saben lo que pasa a su alrededor, levantamos la oreja para cerciorarnos si hemos oído bien. Al anunciar la abstención de Podemos en la primera de las votaciones, junto a la dureza de su discurso, le ha hecho un siete considerable a la estrategia de Sánchez. Si este quería una sesión de investidura sin pena ni gloria se ha encontrado con que el teatro parlamentario español también puede deparar sorpresas. Por ejemplo, que te cambien el guión a última hora y sin aviso.
Han sido varios los posibles valedores de la investidura que han reprochado al candidato que se presentara en el teatro con un monólogo tan soso y tan poco cautivador para los demás. Sedúzcanos, le han venido a decir Aitor Esteban, Joan Baldoví o incluso Gabriel Rufián: un guiño tuyo bastará para salvarnos del nada improbable desastre de que una repetición electoral otorgue mayoría al trío de la derecha. Tan poco sexy han encontrado a Pedro Sánchez que ayer tuvo que salir la portavoz socialista a guiñar ojos a diestro y siniestro. Esas abstenciones, cincuenta y dos, que ayer le dejaron fuera esperan solamente un gesto para -con el concurso de ERC- hacerle presidente mañana. Falta el guiño, claro.
Pero eso depende de Podemos y pide bastante más que eso. Ya lo dejó claro Iglesias recordando que se trata de negociar mando en plaza y dineros para hacer política. Por algo salió ayer de urgencia la vicepresidenta en funciones al ruedo a intentar contener la vía abierta ayer por el morado, asegurando que están dispuestos a ofrecer a Podemos algo más que el aperitivo. Si Rivera ya nos dejó claros los límites de la «nueva política» para la que nació su partido, Iglesias ha demostrado que sabe como nadie cómo funcionan los resortes de la política española de toda la vida, la que se cuece en la misma escena del teatro de las Cortes.
No es que deje ni mucho menos atado de manos a Sánchez. El golpe de efecto de Iglesias es respuesta a otro previo de Sánchez que lo dejó fuera del Gobierno, que no es poca cosa. Eso le permite al socialista evitar el 'síndrome Conte', el primer ministro italiano prácticamente eclipsado por la presencia en el Ejecutivo del líder de la Lega, Matteo Salvini.
Suele afirmarse, creo que con ligereza, que nuestra clase política es incapaz de llegar a pactos. Estoy de acuerdo en que somos bastante incapaces no ya de ceder sino incluso de iniciar una negociación política directa. Debe ser el gen católico. Por ello necesitamos negociar previamente el escenario, el envoltorio. Debe ser el gen barroco. Diría que esta sesión de investidura, de momento fallida, ha servido para ello, para terminar de negociar el escenario. Lo demás, lo han repetido casi todos los intervinientes en el debate, si no es pan comido lo pueden hacer casi de corrido, es negocio fácil porque puede hacerse ya fuera del escenario. Debe ser el gen vasco.
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