Vamos viendo luz, luz al final de un túnel tenebroso que la historia nos obligó a vivir y que quedará para siempre como aquel año ... en que cambió nuestra vida y el ser humano fue enviado al rincón de pensar de la humanidad. Somos vulnerables, somos interdependientes, somos seres humanos, qué descubrimiento. En esta película real de terror las personas mayores fueron los grandes sufridores. Esa generación que nos dio todo, que nos regaló nuestro estado de bienestar con su esfuerzo, se marchaba entre cifras terriblemente dolorosas, y sin tan siquiera la posibilidad de un adiós digno. Fue una situación de guerra frente a un enemigo invisible, si bien muchas muertes sucedieron en medio de discutibles decisiones, más políticas que científicas, que tomaron algunas personas, posiblemente sin mala intención (de muchos colores políticos).
Ahora que vamos viendo esa luz con nuestros mayores cada vez más inmunizados, queremos dar un sincero gracias a todos los profesionales de las residencias de mayores que han luchado hasta el límite de sus fuerzas por cuidar de ellos y de ellas. Las residencias a menudo han sido vilipendiadas, criminalizadas injustamente y falsamente responsabilizadas parcialmente por aquel drama que será difícil de olvidar. Cuando en realidad este drama tenía una parte de responsabilidad más bien de carácter político, seguramente bienintencionado, en las que no se cuidó adecuadamente que estos centros (que recordemos son hogares, y no hospitales) estuviesen correctamente atendidos en sus necesidades desde los poderes políticos, adecuadamente inspeccionados (responsabilidad de las administraciones igualmente), y con tomas de decisiones acertadas. Desgraciadamente algunos errores costaron muchas más vidas de las que las terribles circunstancias hubieran obligado. Algún día se investigará a aquellas personas que dictaron que muchos mayores no eran candidatos a ser ingresados en hospitales y debían quedar en las residencias, provocando un flagrante atentado contra los derechos humanos, y la condena a muertes colectivas en residencias con una incidencia veinte veces superior.
Pero el objetivo de este artículo es dar positivamente las gracias a aquellos profesionales que se han batido el cobre por nuestras personas mayores, que fueron nuestros brazos cuando nosotros no podíamos abrazar, nuestra palabra de ánimo cuando las nuestras solo podían entrar en las residencias a través de un teléfono. Ellos y ellas cuidaron con responsabilidad, con profesionalidad, cuidando de su salud también en su vida privada para proteger la de nuestros mayores, se encerraron con ellos días enteros cuando arreció la pandemia, pagaron incluso con su vida en muchos sentidos por cuidarlos adecuadamente hasta el agotamiento. Gracias de todo corazón de parte de la sociedad granadina que estoy seguro que os homenajearemos cuando las circunstancias lo permitan. Gracias, gracias y gracias.
Ahora comenzamos una nueva etapa. En Psicología se dice que cuando un ser humano tiene culpabilidad del pasado puede reaccionar sobreactuando en el presente. Esta reacción emocional hemos de tener cuidado pues también puede suceder a niveles institucionales. Aquellas administraciones que en su momento no reaccionaron acertadamente con los mayores pueden correr el peligro de reaccionar con una sobreprotección desmesurada en estos momentos que podría tener efectos colaterales negativos. Es el momento de escuchar a los científicos, a los profesionales de la Gerontología. Nuestros mayores en muchos casos han vivido un largo año encerrados en residencias (donde solo unas pocas de ellas han conseguido el gran reto de haber impedido la entrada de la covid), o también respecto a los mayores encerrados en sus domicilios. Se ha ganado la vida con ello pero los gerontólogos sabemos que el precio cognitivo y físico que ha acarreado es enorme para muchos: deterioros cognitivos, agorafobias, miedos, por no decir los trastornos emocionales y físicos que ha conllevado el necesario encierro. Ahora es el momento que los mayores inmunizados vuelvan poco a poco a sus vidas, atenderlos en estos aspectos, y volver a la normalidad como cualquier otro segmento poblacional. Cualquier diferencia, una vez inmunizados, puede ser más bien una inercia no justificada. ¿Consentiríamos hacerlo con otras etapas de la vida como niños o adolescentes? Lógicamente habrá que tener precauciones, pero como en cualquier otra etapa vital. Los mayores inmunizados necesitan abrazos, estimulación social, pasar vacaciones y tiempo con sus familiares, visitar, tener responsabilidades, decidir sobre sus vidas. Ese es el reto ahora, que seguro conseguiremos.
Desde la Gerontología decimos que la realidad está llena de 'edadismos' –discriminaciones por razones de edad– y de paternalismos malsanos con las personas mayores. A veces ocurren en medio de sonrisas y normalidades asumidas incluso legalmente, lo que las hace discriminaciones más sutiles de detectar. Hay muchos ejemplos: decidir lo mejor para la vida de los mayores sin contar con su opinión y estando en sus facultades mentales, las jubilaciones obligatorias si la persona está capacitada para desempeñar una labor y deseara continuar, veto a cualquier recurso hospitalario o tratamiento por cuestión exclusiva de tener una edad y no por criterios puramente clínicos (los triajes hospitalarios deben estar atentos siempre en este punto pues llegaríamos a la paradoja que quien más ha contribuido a nuestro sistema de salud se le vetara primeramente sus derechos). Pero hay más: sentimentalismos en el trato, semáforos peatonales de las ciudades que duran demasiado poco tiempo en verde, obligaciones de gestionar cosas exclusivamente por internet creando una brecha digital terrible, restringir la libertad de horarios y decisiones sobre su vida cotidiana, lugares con derecho de admisión arbitrarios, percibir como inadecuado que tengan una vida sexual y afectiva activa, obligarles a un tratamiento, un ocio, o una dieta si la persona no lo desea, imposibilidad legal de desheredar fácilmente a hijos si sus hijos no actúa como tales, decisiones sobre tratamientos farmacológicos con efectos secundarios adversos sin contar con ellos, restricciones a la información, y hasta la imposibilidad de elegir libremente el final de su vida, etc. Barbaridades y edadismos que todavía existen, incluso desde la legalidad y que algún día clamaremos... cuando seamos sensibles… O sencillamente mayores.
Gracias, mayores, por habernos dado tanto. Gracias, profesionales, por vuestro trabajo inconmensurable e inclusivo. Granada os aplaude con el corazón. Y desde su Universidad especialmente. Os lo merecéis.
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