Las gotas frías
Si como se teme el cambio climático que nos espera conllevará un incremento de la temperatura de Mediterráneo, evidentemente estos episodios aumentarán de frecuencia
Lunes, 23 de septiembre 2019, 01:39
Una gota fría ha producido, en la semana del 9 al 14 de este mes de septiembre gravísimos problemas en toda la costa mediterránea, desde ... Cataluña hasta Andalucía, donde destacan las irreparables pérdidas de vidas humanas y después, grandes daños en infraestructuras, instalaciones y viviendas. Una vez que las peores tormentas han pasado y hemos podido ver que, en general los servicios de protección civil han funcionado y la AEMET ha realizado una muy acertada predicción meteorológica, es hora de preguntarnos tanto por las causas como por las formas para reducir la repetición, no de la DANA –que en estos momentos todavía no está en manos de la ciencia- pero sí sus efectos.
Para alejarnos de algunas posturas demagógicas que culpan a la especie humana de todo, debemos empezar por reconocer que se trata de un fenómeno que se produce con cierta frecuencia en el Mediterráneo, para lo cual basta que la temperatura del agua marina sea igual o superior a 25 grados y haya una masa de aire frío en la atmósfera que condensa bruscamente el agua evaporada. Llevamos ya tres gotas en el sureste de España en lo que va de siglo. Y si nos remontamos un poco más atrás, muchos personas de cierta edad recordamos la gota fría que se produjo en la noche del 18 al 19 de octubre de 1973, que afectó a las provincias de Almería y Granada y ocasionó en La Rábita (Albuñol) casi treinta muertos; así como la transformación de más de doscientas has. de cultivos de 'primor', la rambla de Albuñol, en un inmenso arenal. También se pueden citar las habituales inundaciones que en Motril y su vega originaban, distintas ramblas, entre otras las de la Posta y la de Puntalón. La primera de las ramblas citadas afectaba con sus 'salidas' a la población y solía producir víctimas mortales, como fueron los casos de las dos últimas producidas en diciembre de 1945 y en septiembre de 1953. Por fortuna, la Confederación Hidrográfica del Sur de España y los servicios forestales provinciales hicieron un buen trabajo para que nunca se repitieran estos hechos y debemos recordar aquí a los principales artífices de estos trabajos: los ingenieros de Montes Antonio Iglesias y Nicolás de Benito.
Si la gota fría es un fenómeno de la naturaleza, capaz de provocar lluvias torrenciales de gran intensidad del orden de 350 litros por metro cuadrado en una o dos horas, lo cierto es que sus efectos dañinos se agravan cuando esa lluvia choca con suelos desnudos y de fuerte pendiente, que aumentan la velocidad del agua, eerosiona el suelo y produce una masa, mezcla de suelo y agua, inaceptable parar los cauces naturales; es notable además el efecto del aumento del suelo urbanizado en relación con el incremento de la velocidad del agua. Si como se teme el cambio climático que nos espera conllevará un incremento de la temperatura del Mediterráneo, evidentemente los episodios de gota fría aumentarán de frecuencia.
No obstante, sí se pueden tomar medidas para paliar daños tan catastróficos como los que se vienen produciendo. Se deben respetar los cauces naturales de ríos y ramblas, especialmente los de estas últimas, casi siempre secas, como expresa muy bien la expresión popular cuando una rambla lleva agua, siempre de forma violenta, «ha salido la rambla», que se completa con otra advertencia, cuando alguien invade un cauce: «Cuidado, que la rambla puede venir con sus escrituras». A este respecto cabe recordar que la casi treintena de muertos ocasionados en octubre de 1973 en La Rábita fueron los vecinos de un bloque de viviendas construido en el dominio natural de la rambla. No se puede olvidar tampoco la limpieza de los cauces, evitando tomarlos como vertedero, o bien, sin quitar la vegetación que pueda crecer en ellos.
Es pertinente recordar ahora la situación del tramo final de la rambla de las Brujas en Motril, totalmente obturado por la vegetación, lo que pudiera ocasionar serios problemas, en caso de avenida, pues los terraplenes de acompañamiento de los muros del cauce son hoy las vías de acceso a dos playas de Motril, las de Poniente y Granada.
En las cuencas vertientes se debe disminuir la erosión del suelo y frenar la velocidad del agua en los cauces con pequeños diques y albarradas. El remedio para la erosión es impedir el laboreo en terrenos de fuerte pendiente y la repoblación forestal, que es eficaz desde un primer momento, pues cuando cesa el laboreo la erosión disminuye sensiblemente. Por decirlo con una frase muy del agrado de todos los políticos: hay que realizar un desarrollo económico sostenible. Otra cosa es que, después de estas grandes palabras, el político de turno no ponga ningún inconveniente en que se construyan o realicen actividades económicas en zonas inundables, concepto este mucho más grande que el de los cauces de los ríos, en los que está completamente prohibido construir.
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