Gente dura
La Carrera ·
Para dedicarse a la actividad agropecuaria hay que tenerlos bien puestos. A los que somos de pueblo algo nos suena el tema. Sabemos que los productos agrícola no caen por la chimenea (...).josé ángel marín
Lunes, 10 de febrero 2020, 21:47
¡De aquellos años no tan lejanos de juventud recuerdo que para costearte un viaje en verano por Interrail tenías que rasparte todas las navidades ... dando el callo en un tajo de aceituna, digo, que desde entonces tengo presente lo dura que es la gente del campo. Recuerdo con claridad cómo me llevaban con la lengua fuera por las hileras de olivos, atravesando solanas y cierzos, aquellos hombres y mujeres que me duplicaban o triplicaban la edad. Gracias a ellos empecé a valorar cosas en las que no reparaba. Desde entonces tengo memoria de cuán esforzado es el trabajo en el medio rural y hoy más que nunca sigo pensando que apreciamos poco a quienes curran en el campo para que sobre nuestra mesa haya -tres veces al día- algo nutritivo que echarse a la boca.
Para dedicarse a la actividad agropecuaria hay que tenerlos bien puestos. A los que somos de pueblo algo nos suena el tema. Sabemos que los productos agrícolas no caen por la chimenea, nos consta que sin trigo no habrá pan, que las patatas se sacan de la tierra doblando el espinazo, que la leche y los huevos no se crían en el frigo. Está claro que los artículos que jalamos hay que trasladarlos a los lineales de una tienda, pero con frecuencia olvidamos que hay un antes esencial: producirlos. La bambolla comercializadora me parece de perlas, pero no existiría sin productores dedicados al sector primario.
El noble oficio del cultivo, de labrar a merced de la intemperie tiene su aquel y no convierte en lerdos a cuantos se dedican a ello. Sin embargo, estas labores son despreciadas por el globalismo de la religión tecnológica e ignoradas por los urbanitas. Aunque veo algún urbanita que lleva sus retoños a granjas-escuela (un par de horitas y si hace buen día). Allí se coscan del pico de la gallina, de que el aceite no mana del suelo y, eso sí, haciendo muchos ascos tocan la ubre de una vaca; con un poco de suerte hasta reciben a modo de 'souvenir' el topetazo de una cabra que así ajusta cuentas con el cretinismo urbanita.
En estas sociedades fatuas que habitamos, donde menudean profesiones baldías, intermediarios y comisionistas que no añaden nada, 'brokers', especuladores y otros parásitos que se dan maña en colocarse en medio, abundan los que rapiñan en una operación que sería sencilla entre productor y consumidor en una economía de proximidad, insisto, son estos vampiros los que suelen pillar la mejor tajada.
Y lo grave es que las instituciones contribuyan a hundir el campo, que opten por hacer inviable el oficio agropecuario, que políticos urbanitas hablen de los productores como gente que contamina la tierra y las aguas y maltrata a los animales. Digo que resulta paradójico que se les cuestione por su trabajo y se les ofrezcan precios irrisorios por lo que cultivan. Quizá no debiera olvidarse que son agricultores y ganaderos los que mantienen viva la España vaciada, y que la gente del campo es dura, quizá más dura que los CDR.
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