Más Galdós, menos Reverte
Los olivos suicidas ·
Volveré a leer a Galdós y a Reverte. Necesito que su prosa y sus ideas me devuelvan la esperanza que me cure el escepticismo con el que contemplo la actual política españolaErnesto Medina Rincón
Miércoles, 15 de enero 2020, 23:05
Hace muchos años mi tía Mari Luz tuvo a bien, por pura generosidad, hacerle un regalo a cada uno de sus sobrinos. Fijado el tope ... del precio para la dádiva, la elección sólo conllevaba los condicionantes de que el presente debería permanecer en el tiempo pues se trataba de recordar a nuestros abuelos. Yo pedí las obras completas de don Benito Pérez Galdós, que recibí en la edición de Aguilar, encuadernación en piel roja y papel biblia. Leí el tomo de la primera serie de los Episodios Nacionales sin quitarle la camisa o sobrecubierta que estaba ilustrada con el cuadro de Goya 'la carga de los mamelucos'. Mientras yo seguía por la España de la Guerra de la Independencia las andanzas de Gabriel Araceli, al que Galdós convierte en protagonista e hilo conductor de estas novelas, Arturo Pérez-Reverte debía estar con sus primeros pinitos periodísticos, sin que fuera imaginable que con el tiempo yo equiparase su saga del Capitán Alatriste con aquellas narraciones que llenaron, y formaron, mi juventud.
El vicepresidente del Gobierno de España, Pablo Iglesias, aprovechó que Pablo Casado había citado unas frases de 'Fortunata y Jacinta' para recordarle que Galdós era republicano y acabó siendo socialista. Concluyó con la recomendación para el presidente del partido popular de que más Pérez Galdós y menos Pérez-Reverte, temeraria opinión de que uno representa el progresismo y otro la carcunda. Yerra Iglesias, pues donde él con mirada sectaria percibe antagonismo, yo constato el mismo pensamiento fundamental en los dos Pérez: el deseo de que su amor por España lleve a la Nación a un futuro de progreso y libertad. Ambos en la estela de los historiadores grecolatinos: de los hechos pretéritos se corrigen los errores del pasado en la procura de un mañana mejor.
Galdós nació en Las Palmas y su primera serie de Episodios Nacionales recorre la geografía hispana: Trafalgar, Madrid, Bailén, Zaragoza, Gerona, la batalla de los Arapiles (Salamanca). Antepone el pueblo español a la impericia, maldad y felonía de sus dirigentes. Toma como referentes a personajes históricos que sufrieron las represalias del absolutismo borbónico, Juan Martín «el Empecinado» o el general guerrillero Espoz y Mina. Me permito la libérrima fantasía galdosiana de sugerirles, dilectos lectores, que como en el pasatiempo infantil unan los puntos de estas localizaciones sobre un mapa en el orden mencionado. Surgirá una suerte de interrogación que no es otra que la vieja pregunta sobre España, ¿qué hubiera sucedido si alguna vez la Nación hubiera encontrado los líderes adecuados?
La misma cuestión que subyace en las novelas de Alatriste, donde el heroísmo de los soldados es derrochado por unos dirigentes anclados en el oscurantismo, la beatería y la pésima administración corrupta que condujo la España Imperial a la ruina. Reverte es igual de regeneracionista que Galdós, pero su posicionamiento de verso suelto lo ha llevado a que perversamente y con una pasmosa demostración de ignorancia literaria Pablo Iglesias lo asimile a la derecha. Este gobierno que se autodenomina progresista no admite la disidencia. Los que no son míos son enemigos, incluidos los que no profesan adicción a nuestros postulados. Las terceras vías, los puntos de encuentros carecen de sentido. Con la misma rotundidad afirmo que ni Casado ni Abascal se hubieran identificado con Reverte. Les falta grandeza de miras y sentido de estado.
No requiere Arturo Pérez-Reverte esta publicidad gratuita. Supongo que mirará con la indiferencia que da la superioridad intelectual este fútil debate. O quizá con la expresión que narraba en uno de sus artículos de aquellos dos milicianos derrotados en la Guerra Civil, pero no vencidos, que en el destierro, con un cigarrillo en la comisura de los labios, eran la viva imagen de la dignidad.
Volveré a leer a Galdós y a Reverte. Necesito que su prosa y sus ideas me devuelvan la esperanza que me cure el escepticismo con el que contemplo la actual política española.
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