Galdós, una oportunidad
La Carrera ·
Galdós con ponderación y perspectiva hace una reflexión crítica de ambos extremos a la vezalfredo Ybarra
Miércoles, 8 de enero 2020, 00:30
El pasado sábado, 4 de enero, se cumplían cien años del fallecimiento de Benito Pérez Galdós, reconocido hoy por convenio muy generalizado tras Cervantes, como ... la figura más universal de las letras hispanas. Hablamos de un escritor inmenso, el predecesor de toda la novela contemporánea en España, un narrador extraordinario, pero al mismo tiempo un fenomenal periodista, coleccionista de arte, magnífico ensayista, político, y un dramaturgo considerado en su momento como el más grande de su época. Además, Galdós encarna la propia alegoría de España. Reconocido por el gran público y discriminado por muchos de las diversas autoridades del momento, una aureola de respeto y admiración populares le envolvía. El refleja en su vida (lo siente sobre sí mismo) y en su obra un país que gusta de arañarse a sí mismo en un espejo dicotómico. Su entierro fue multitudinario a pesar de los rifirrafes sobre sus homenajes en los tiempos de enfermedad y en el propio sepelio por parte de los poderes públicos, lo que demuestra en definitiva el gran calado de la figura del autor canario, que fue postulado para el premio Nobel de 1915.
La propuesta aglutinaba a nombres muy destacados de la intelectualidad española y personalidades del momento: Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Moreno Villa, Santiago Ramón y Cajal, José Echegaray o Jacinto Benavente... Pero sectores conservadores y eclesiales influyentes impidieron que la petición para el escritor canario y madrileño de adopción no cuajara. Ramón María del Valle-Inclán en Luces de Bohemia llama a Galdós el 'Garbancero' (también Juan Benet o Umbral lo hicieron) considerándole un escritor vulgar. Pero los estudiosos de ambas figuras que resaltan la buena amistad y admiración entre ambos, señalan que ese adjetivo despectivo viene de un despecho del autor de Divinas palabras o de Tirano Banderas por no respaldar Galdós el estreno de una de sus obras en el Teatro Español de Madrid. El propio franquismo trató de difuminarlo al ser republicano y defensor de una sociedad laica; incluso ante sonadas peticiones no quiso celebrar el centenario de su nacimiento en 1943.
Tolerante, dialogante, su vida y su obra nos dejan una lección de amor y de paz. Antonio Muñoz Molina señala que el primer novelista español que establece un diálogo profundo y permanente con Cervantes es Galdós quien «en un país sin tradición narrativa cercana y casi sin público lector, Benito Pérez Galdós, sin ayuda casi de nadie, fundó los dos al mismo tiempo, la tradición y el público». Y como dice el propio autor de Sefarad: «la lucidez histórica, la conciencia política, son tan deslumbrantes en Galdós como el talento narrativo». Si alguien quiere conocer el convulsivo siglo XIX en España lo mejor que puede hacer es leer a Galdós, es más penetrante que los propios libros de Historia. Su obra literaria, su ejercicio periodístico y ensayístico, la trayectoria política, las contradicciones que su figura provoca en el mundo intelectual y político, reflejan perfectamente los avatares de la España de su tiempo, y al mismo tiempo retratan esa España, la de hoy, que se encastilla en sus ofuscaciones.
Galdós habla desde el sentido común, respetuoso con todas las formas de pensar, pero sin ser neutral, defensor a ultranza de la dignidad del ser humano. Así lo reflejan sus ciclópeos Episodios nacionales, Fortunata y Jacinta, Misericordia o Tristana, sus obras de teatro como Electra o Casandra, sus trabajos en prensa,…, que recorren a través de una amplia muestra de personajes y de ambientes, no sólo una época, sino las claves del pasado de España, y los eternos tics de los españoles que llegan hasta nuestros días, con esa obstinación colectiva en enfrentar dos visiones maniqueas y lacerantes de convivencia. Galdós con ponderación y perspectiva hace una reflexión crítica de ambos extremos a la vez.
Son muchos los escritores actuales que notoriamente de algún modo siguen la estela de Galdós, desde Almudena Grandes a Antonio Muñoz Molina, desde Rafael Chirbes a Ignacio Martínez de Pisón, de Manuel Longares a Fernando Aramburu, Rafael Cercas, Andrés Trapiello, Isaac Rosa o Belén Gopegui, entre otros. Galdós es polifónico y nos abarca a todos en su obra y en su proyección. Y desde ahí es arquitecto de una literatura profunda y universal. Pero mucho me temo, como ya dicen voces más autorizadas que la mía, que entre el disparate y la obcecación de tantos de nuestros representantes políticos, y la abulia si no el desprecio por la cultura, seguramente vamos a perder una oportunidad de oro de reconocer en la dimensión que le corresponde a la inmensa figura de Galdós, y lo que convoca.
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