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Gabo

Los antiguos romanos tenían dioses domésticos, los lares. Tus libros en los altares de las estanterías son los lares de mi hogar. Pequeños dioses protectores; palpables, visitables, vigilantes, que nos dicen quiénes somos

francis lópez guerrero

Martes, 16 de abril 2019, 22:41

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Gabo: admirado, amado: Gabo. Muchos años después frente a cualquier texto literario hube de recordar aquellos días remotos de vísperas de lectura en los que ... deposité en ti un previo fervor y una posterior lealtad misteriosa. Así clasificaba Borges a los clásicos, bajo el doble eje de un previo fervor y la lealtad misteriosa. El tiempo te tocó el hombro hace mucho, muchísimo, «tan muchísimo» que te dio la vuelta y deviene en hoy ya con forma inmortal de libro, como hubiera ocurrido en una metamorfosis de Ovidio. Porque al principio el espíritu de la vida y de la muerte se entremezclaba con el espíritu del tiempo, hasta que quisieron separarse por despecho. Ése es el otro Big-Bang, que se nos ha quedado dentro empapado en sudor. Y tú conseguiste colocarte en medio de la vorágine como periodista intrépido para fotografiar al tiempo virginal en su huida arrebatada y congelarlo con palabras en el génesis de la escritura. Para salvarlo en tu aldea alma Aracataca. En eso consistía de simple maravilloso el conocimiento del hielo en aquellas tardes remotísimas que son nuestro hoy más cercano.

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