Furor y templanza
La carrera ·
La templanza es un universo a cuya armonía deberíamos siempre aspirar, construyendo día a día sus peldañosLa templanza será toda una virtud pero en nuestro país es algo poco valorado. Incluso se relega a quien la practica. Y esa cualidad que ... nos induce a usar o hacer las cosas con moderación, aquí se desdeña. La templanza se manifiesta con un actuar prudente, congruente, cauteloso; se caracteriza por tener madurez, sentido común y sabiduría en la toma de decisiones. Todo lo contrario a lo que podemos observar, especialmente, en el panorama político actual, donde hay quienes no cuidan sus palabras y asumen conscientemente, que es lo peor, ofuscaciones de pensamiento glandular, tan carpetovetónico. Ahora vuelve un pensamiento reduccionista y hay un populismo que parece llamar a la Reconquista en un panorama que pinta de ira y furia entre cordones sanitarios. Blandimos banderas e insultos, sacamos la máscara, para con música de Ennio Morricone, personajes como Pablo Casado «ese Winchester de repetición» que decía ayer Raúl del Pozo, vayan a lo Clint Eastwood en su caballo empujado por Vox. Pero son prácticamente todos (observen nuestras tertulias políticas televisivas, por ejemplo, que visualizan bien lo que digo) los que se ponen en medio de la calle polvorienta del Durango español, con el poncho recogido al hombro y la mano en el revolver, y el dedo ya en ese gatillo fácil para disparar desmesura a diestro y siniestro. Ante eso, está la templanza; qué pocos l practican. Qué ocultos y solos los dejamos. La templanza se identifica con el control y la sobriedad, y acompaña a la justicia y a la fortaleza. Etimológicamente la palabra templanza proviene del griego 'enkrateia' y proviene de la raíz -krat, que significa tener poder o señorío sobre las cosas o sobre uno mismo. Los griegos usaban esta palabra con frecuencia para referirse a la disciplina es la 'enkrateia'. Se suele traducir al castellano como templanza o dominio propio. Según Cicerón, «la templanza es un dominio firme y moderado de la razón en su tendencia al placer y a otros impulsos menos rectos del espíritu». Para San Agustín, «la templanza es aquella virtud del alma que modera y reprime el deseo de aquellas cosas que se apetecen desordenadamente». Y Quevedo pudo añadir que «mucho peligro corre todo lo que templanza no tiene».
Ahora el término está muy en desuso y se atribuye más a virtudes devotas que a una cualidad más laica y filosófica. También su significado se ha alterado identificándolo con la indecisión. Pero debería evocar más el temple por el fuego del denso metal que la mansa tibieza de ese plato de sopa, ni fría ni caliente. Es la exaltación del saber medirse, de no desembocar en una desmedida y desordenada verborrea que en muchos momentos se vuelve provocativa y bochornosa. Ya digo que simplemente hay que leer o escuchar la algarada de los opinadores de tronera, o bien observar las tertulias o los debates políticos que se dan por doquier (y ahora más, haciendo campaña), y hasta en el Congreso de los diputados, que debiera ser un modelo de ejemplaridad, de oratoria sagaz y civilizada, para saber en qué caja de grillos nos movemos. Así nuestras vicisitudes no van a mejorar, así no vamos a salir de la vieja política, ni vamos a dar respuesta a las nuevas perspectivas de la realidad. ¿Los catódicos mesías apocalípticos, y sus voceros de las redes sociales, son, con su subidón de colmos, la solución? Ellos siguen erre que erre aduciendo que son tiempos de tocar a rebato y no cabe la templanza, las medias tintas, lo que no sea blanco o negro, las verdades embarazosas, el conocimiento, la reflexión macerada. Me viene a la memoria el título del libro de Norberto Bobbio 'Elogio de la templanza y otros temas morales' (ed. Temas de hoy. 1997), donde el autor subraya la templanza como lo contrario de la arrogancia, la vanidad, la perversidad, la prepotencia, y el abuso de poder, y que no debemos confundirla con la pusilanimidad. Y dice Bobbio que «el pusilánime es aquel que renuncia a la lucha por debilidad, por miedo o por resignación. El moderado rechaza la destructiva competición de la vida (...)» Y nos recuerda que el ponderado tampoco es vengativo ni echa leña al fuego de los odios. El pensador italiano se define como hombre de la duda y del diálogo. ¿Duda, diálogo; hoy quien los empuña? El autor examina el tema de la virtud en su dimensión social y analiza el concepto de la tolerancia. Indica que quien ejerce la templanza sustancialmente aspira a un mundo donde no hay ni vencedores ni vencidos. Y eso no es una quimera, sino un universo a cuya armonía deberíamos siempre aspirar, construyendo día a día sus peldaños.
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