La frescura de Vox
El análisis de los sufragios que Vox consiguió en las pasadas elecciones generales demuestra que la media de edad de sus partidarios es considerablemente inferior a la de los votantes del PP
Cientos de miles de españoles no se han vuelto de pronto franquistas casi medio siglo después de que muchos de sus padres, que si lo ... eran, aceptaran de buen grado la llegada de la Democracia para que este país viviera al fin en paz.
Dicho de otra manera: el auge de Vox que reflejan las encuestas no se debe al renacer de una ultraderecha que había dejado de existir en España, como nos quiere hacer creer Pedro Sánchez para plantear estas elecciones como una elección entre derecha e izquierda, demócratas y antidemócratas, buenos y malos. A lo que se añade presentar a Abascal como un demonio con rabo, algo que se ha terminado desde que el líder de Vox sale por televisión como un señor de pinta agradable que dice lo que muchos ciudadanos expresan en la barra de cualquier bar.
El análisis de los sufragios que Vox consiguió en las pasadas elecciones generales demuestra que la media de edad de sus partidarios es considerablemente inferior a la de los votantes del PP. No hay que ser expertos en demoscopia para constatar con familiares y conocidos que son los padres de derechas, algunos de los cuales aún podrían guardar resquicios de respeto por Franco, quienes tratan de convencer a sus hijos estos días de que elijan a Casado mejor que a Abascal como su opción favorita cuando se coloquen frente a una urna el próximo día 10.
Como Podemos se convirtió hace pocos años en el refugio de los hijos de los socialistas, ahora los hijos de los del PP se apuntan a Vox, maneras similares de expresar un rechazo a los partidos tradicionales optando por opciones de las denominadas populistas. De ahí que Abascal esté consiguiendo incluso atraer a ex votantes de Podemos y de Ciudadanos, esta última formación el refugio de los jóvenes de centro derecha que se han desencantado con la manera de proceder de Albert Rivera.
Fue ese rechazo a los partidos tradicionales que tan bien reflejan las encuestas como el segundo problema de este país, solo superado por el del paro, lo que en elecciones anteriores propició la aparición y el auge de Podemos y Ciudadanos. Convertidos ambos en formaciones que gobiernan, han quedado desenmascarados como portadores de los mismos virus de los que enfermaron socialistas y populares. Aunque Iglesias y Rivera traten de disimularlo, la gente se acuerda de que Ciudadanos era partidario de suprimir las diputaciones provinciales hasta que entró en sus gobiernos. Y qué decir del ridículo de los líderes podemitas clamando contra los desahucios desde su mansión con dos piscinas en una urbanización de lujo.
Sucede que, hoy por hoy, Vox es el único partido cuyos dirigentes pueden decir lo que buena parte de los españoles quieren escuchar sin que se les caiga la cara de vergüenza: que sobran millones de funcionarios, que hay que aplicar más mano dura para frenar los disturbios en Cataluña... Abascal juega con la ventaja que da la frescura de no haber gobernado aún. Luego, ya veremos.
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