Francia prohíbe el lenguaje inclusivo en la educación
No cesa esta siniestra escalada del lenguaje inclusivo con la adición de las cada vez más imaginativas majaderías como «españolas, españolos». (...) El tesoro común de la lengua debe ser defendido por nuestra legislación
Francia acaba de prohibir en los primeros días del pasado mayo el uso del lenguaje inclusivo en los colegios al estimar que «constituye un obstáculo ... para la lectura y la comprensión de la escritura en los centros de enseñanza y no debe ser usado como alternativa para la feminización de la lengua». Ha puesto fin así oficialmente esta determinación a un debate que divide desde hace años a los lingüistas y la comunidad educativa en nuestro país vecino con la publicación de la circular correspondiente de este reciente 7 de mayo pasado en el Boletín Oficial del Estado. La Academia Francesa (sic) –Real Academia Española en nuestro caso– ya se había posicionado claramente en contra de esta modalidad lingüística en octubre de 2017 al considerarla una aberración, y en noviembre de ese mismo año el entonces primer ministro, Édouard Philippe, ordenó prohibirlo en los textos y actas oficiales.
La circular del ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, destacó el mes pasado que la adopción de ese tipo de lenguaje inclusivo, modifica el respeto a las reglas de concordancia «habitualmente esperadas en el marco de los programas de enseñanza, e igualmente, sostuvo que «constituye un obstáculo a la comprensión de la escritura», además de afectar a la lectura en voz alta y a la pronunciación.
Destacó en ese texto, publicado en El Diario Oficial de la República Francesa, que se ven especialmente perjudicados, contrariamente a lo que podría sugerir el adjetivo inclusivo, los niños con ciertas discapacidades o con problemas de aprendizaje. «Nuestra lengua es un precioso tesoro que tenemos la vocación de compartir con todos nuestros alumnos, en su belleza y fluidez, sin rencillas y sin instrumentalizaciones».
El Ejecutivo, por boca de la secretaria de Estado de Educación Prioritaria, Nathalie Elimas, lanzó una salva de críticas contra lo que considera no «una cuestión menor» sino un «peligro» para la escuela y la lengua francesas, e incluso para la República. Este tipo de desdoblamientos, como el de los 'miembros y miembras', bien sabemos, la más famosa creación de Bibiana Aído, la primera ministra de Igualdad del Gobierno de España de 2008 a 2010 que pasó fulminantemente como número uno en los anales de las sandeces 'lingüísticas'.
En igual sentido, recordemos que el presidente francés, Emmanuel Macron, se ha propuesto que de aquí al 2050 el francés sea la tercera lengua más hablada en el mundo tras el mandarín y el inglés; hoy es la quinta. Su plan pasa primero por la educación: los niños deben leer más en las escuelas, se deben abrir bibliotecas, pero también enseñar el francés a los refugiados que llegan a vivir a este país. Para Macron, la educación pasa también por reforzar los liceos franceses alrededor del mundo aumentando su número y estimulando la formación en el extranjero de profesores de lengua francesa para que su lengua se convierta en el tercer idioma de la esfera internacional.
De muy otro proceder, Irene Montero, ministra de Igualdad, en un acto de precampaña de las pasadas elecciones autonómicas de Madrid, habló, entre otros desatinos, de «hijo, hija, hije», y en el que su pareja, Pablo Iglesias, igualmente, se refirió, entre otras necedades, a «uno, una, une» pero la ministra y el ex vicepresidente, como otros tantos de la misma calaña, mancomunados por similares delirios expresivos, entienden la igualdad en la praxis como el destrozo de la coherencia del patrimonio lingüístico común.
Junto al acervo expresivo, los hablantes también comparten, del mismo modo, otros tesoros universales, de muy variada naturaleza junto al de comunicación, ya para su disfrute, ya para su deterioro. Pensemos, 'verbi gratia', en otros bienes compartidos de distinta naturaleza: acuíferos, podríamos decir, medio ambiente o red de carreteras y que por las mismas razones de pertenencia común puede hacerse un uso u otro. De este modo la autoridad judicial debería intervenir en todo caso cuando de agresiones se trate a bienes compartidos con el planteamiento generalizado de en todo caso sancionar comunes acciones negativas igualmente del mismo modo, de tal manera que en el caso trascendental de la expresión comunicativa común debe medirse con la misma vara en todo caso.
Junto al acervo global de todos los hablantes, del mismo modo también se comparten otros tesoros universales de distinta naturaleza con diferentes grupos humanos ya para su disfrute, como es habitual o su deterioro, de muy variada naturaleza, sean los acuíferos, el medio ambiente o la red de carreteras de una nación, pongamos por caso y que por las mismas razones de pertenencia común puede hacerse un uso u otro de disfrute o destrucción, sean de la naturaleza que sean. De ese modo, la autoridad judicial debería intervenir, cuando de agresiones se trate de bienes compartidos con el planteamiento generalizado de sancionar comunes propiedades del género humano dañadas aún en el caso fundamental de la expresión lingüística compartida, los atentados sandios a la propiedad de la expresión social comunitaria.
Especialmente se agrava la situación porque no cesa esta siniestra escalada del lenguaje inclusivo con la adición de las cada vez más imaginativas majaderías como «españolas, españolos». Parece evidente que el tesoro común de la lengua, como los otros bienes comunes, debe ser defendido por nuestra legislación con similar determinación y firmeza.
Se habla mucho en esta aciaga hora, hasta el hartazgo, de la utilidad y justificación del lenguaje inclusivo, suponiendo que ese uso evitará la discriminación de la que son objeto las mujeres siempre que se utiliza un término no femenino. La lengua española debe recibir el esplendor que merece.
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