Gregorio Morales, diez años después
Fernando de Villena
Sábado, 21 de junio 2025, 23:38
Ha pasado ya una década desde aquella amarga noche en la que Ángel Moyano me telefoneó para darme la terrible noticia del repentino fallecimiento del ... escritor y amigo Gregorio Morales. Apena podía creerlo. Gregorio contaba entonces sólo sesenta y dos años y vivía, después de largas vicisitudes y sinsabores, un periodo de nueva plenitud creativa y de serena dicha junto a su amada Teresa Melguizo.
Él, que había triunfado en plena juventud en el Madrid de la posmodernidad y la Movida con novelas audaces, profundas y originalísimas como 'Puntos de vista', 'El pecado del adivino' o, sobre todo, 'La cuarta locura', cayó en la trampa de tantos otros autores granadinos y regresó a su ciudad, a esta Granada donde por doquier se encuentran la ingratitud, las envidias y el silenciamiento.
Nadie hizo tanto a partir de entonces por dignificar la vida cultural de la ciudad como él. Juntos con Ángel Moyano, Enrique Morón y Paco Gil Craviotto entre otros, pusimos en marcha la Tertulia del Salón, una tertulia itinerante por diversos bares que representó una bocanada de libertad y la principal réplica a la cultura oficial costeada con dinero público que regía y tal vez rige aún el panorama granadino. Pero, además, Gregorio fue acometiendo sin descanso nuevos proyectos para dar a conocer la creatividad local fuera de nuestra provincia y traer a la ciudad a numerosos escritores y artistas. Así surgieron los encuentros de la Universidad Euroárabe, los actos en la sede de la Asociación de la Prensa, el Aula de las Nuevas Ideas y, junto a Celia Correa, la renovación del entonces adormecido Centro Artístico. Asimismo, a él se debió la puesta en marcha del premio de narrativa de terror en Maracena y, con Antonio Enrique, la creación del Salón de Independientes.
Claro que todos estos esfuerzos no impedían que su obra literaria creciese y se fueron sucediendo títulos extraordinarios como 'Ella/Él', 'Puerta del sol' o 'El devorador de sombras'. También entonces comenzó su colaboración en IDEAL con unas columnas llenas de frescura y reflexiones, que eran esperadas con gran interés por los lectores todas las semanas.
Su formulación, después, de la llamada 'Estética Cuántica' despertó una verdadera polémica entre entusiastas y escépticos. Dedicó varios ensayos al tema y lo ejemplificó mediante novelas, relatos, poemarios y obras de teatro.
Gregorio poseía un carácter vehemente e inquieto, lleno de entusiasmos y esperanzas, lo cual lo llevó en ocasiones a sufrir fuertes desengaños. Arrastraba tras de sí las voluntades de muchos y a veces también los desafectos de algunos, pero lo que está claro es que a nadie que lo conociera dejaba indiferente. Su seguridad en sí mismo resultaba admirable, pero los avatares de la existencia lo condujeron también a momentos de gran desazón.
Por lo general, quienes lo conocimos a fondo lo evocamos con admiración y cariño y vemos con rabia e impotencia el círculo de silencio que se ha cerrado en torno a su obra. Después de diez años, sus libros tendrían que estar reeditándose a fin de que las nuevas generaciones tengan acceso a ellos, pero ésta es la ciudad de los olvidos o acaso una ciudad donde existen tantos creadores valiosísimos que resulta imposible reivindicarlos a todos.
Aún me parece verlo enfundado en su chaqué en aquellas gratísimas sesiones extraordinarias de la Academia de Buenas Letras, conversando con Pepe García Ladrón de Guevara, con Juan J. León, con Paco Izquierdo, con José Andrés de Molina, con Julio Alfredo Egea, con Rafael Guillén…; aún lo recuerdo jugando con su hijito Daniel en la playa de Almuñécar o departiendo en torno a una paella al tiempo que nos proponía nuevos libros colectivos; todavía me duele la desolación de aquella hora final en la que lo despedimos unos pocos, muy pocos, en el cementerio de San José. Pero su obra queda ahí, en espera de un tiempo mejor, y queda su alma, pues él mismo, en su último, estremecedor y premonitorio artículo, publicado ya póstumamente, escribió: «El alma no puede ser robada».
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