Dos relatos noventayochistas
Fernando De Villena
De la Academia de Buenas Letras de Granada
Miércoles, 27 de agosto 2025, 23:12
En este momento histórico en el que, más por incultura y por carencia de ideales que por convencimiento, los nacidos en España tenemos tan debilitada ... nuestra dicha de pertenecer a un país que durante tres largos siglos extendió por gran parte del mundo una civilización con unos valores mucho más nobles y generosos que los impuestos después por el mercantilismo inglés y yanqui, no estaría nada mal revisar lo que fue para nuestras letras el desastre del 98.
Se afirma que el concepto de generación del 98 fue creado por Azorín, y en las historias y en los manuales de Literatura el movimiento se circunscribe al propio Martínez Ruiz, a Pío Baroja y a Ramiro de Maeztu, impulsor este último de la hermosa idea de la Hispanidad. Pero la angustia ante la pérdida de nuestros últimos territorios americanos y asiáticos no se limitó ni mucho menos a esos autores, antes bien hubo otros que, a mi juicio, sintieron más hondamente el dolor de la claudicación hispana ante la insensibilidad y el pragmatismo de quienes desde entonces hasta hoy nos imponen sus leyes y sus gustos.
Ya en 1895, Rubén Darío se preguntaba:
«¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?»
Poco después, el poeta publicaba su extraordinario libro «España contemporánea», una crónica o ensayo sobre nuestra nación escrito justamente tras nuestra derrota ante EEUU. Y famosísima es también su «Oda a Roosevelt», incluida en su libro «Cantos de vida y esperanza», de 1904.
Pero Rubén Darío fue también un excelente relatista, influido a menudo por Edgar Allán Poe, y hoy quisiera mencionaros un modesto relato suyo titulado «D. Q.», ejemplo si los hay de literatura noventayochista de muy alta calidad. El autor sitúa la acción en las últimas horas de la guerra de Cuba, cuando el ejército español se ve obligado a entregar las armas a los yanquis y, el abanderado de una de las compañías derrotadas es nada menos que don Quijote. «No quedaba ya nada de España en el mundo que ella descubriera», escribe con tristeza el nicaragüense.
Algo semejante sucede con Emilia Pardo Bazán. Sus textos sobre la catástrofe del 98 son numerosos, pero considero que si se llevase a cabo una antología literaria sobre el tema, su relato «El rompecabezas» es más que suficiente para hacernos comprender la amargura de aquel momento en el que España se despedía con toda dignidad de su papel en la historia.
Acaso fuera conveniente ahora una revisión de aquel momento y de aquellos textos que nos llevase a reflexionar sobre dónde nos hallamos al presente.
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