Otra feria perdida

Inmersos todavía en la pandemia y en plena quinta ola, parece la única solución posible para que poco a poco vayamos retornando a la normalidad –no sé si a la nueva o a la de antes– con responsabilidad y sentido común. Se lo merecen los más pequeños y los adultos también, pero sobre todo los feriantes, uno de los colectivos más afectados por el parón provocado por el coronavirus.

Esta 'No Feria' se parece a la feria. Hay luces y música estridente en el recinto ferial y farolillos en los bares. Ha habido pregón de la Virgen del Mar y mañana será el de Los Coloraos. Tampoco ha faltado la cita con el Cooltural Fest. Más de uno se habrá comido ya unos cuantos pinchos, subido en los coches de choque y tendrá en su casa una de esas serpientes de peluche extragrandes.

Los niños encuentran pocas diferencias mientras se pasean en el gusano, tratan de coger la escoba en el tren de la bruja, saltan en enormes atracciones hinchables o pescan patos a la espera de conocer cuál será el premio. En cambio, que alguien pregunte a nuestros jóvenes si a esto se le puede llamar feria. Son, seguramente, los que menos contentos están con la situación actual del ocio nocturno.

Falta algo fundamental para que estos días sean de feria. Se trata de la libertad, esa que nos arrebataron en marzo de 2020 en beneficio de la salud de todos. La feria debe ser algo espontáneo y, por supuesto, sin horarios. Cualquier fiesta que se precie no puede acabar a las doce, ni a la una de la madrugada. Por lo general se sabe cuándo empiezan y se mantienen en marcha hasta que el cuerpo aguante.

Para aguante el de todos nosotros, que sumamos ya dos años sin feria y sin muchas otras cosas más importantes ¡Mucha salud para todos y un poco de alegría, aunque no estemos en feria!