Ahora a por los felipes
marcial vázquez
Viernes, 26 de junio 2020, 00:17
Mientras avanza por las democracias liberales de occidente un proceso aun minoritario pero radical de autodestrucción de sí mismos -tirando estatuas de Churchill e inaugurando ... nuevas de Lenin- en España ya tenemos experiencia en la manipulación y borrado de nuestro pasado. Tanta que hasta se transformó en una ley- la 'desmemoria histérica' del valido actual de la narcodictadura venezolana y que ni si quiera el PP cuando contaba con mayoría absoluta tuvo el coraje de derogar. Bien es cierto que todavía seguimos con esa 'ley mordaza' que era poco más que el fin de la democracia según la izquierda y con los presupuestos de Montoro, que para el PSOE eran los «menos sociales desde 2009» y que acusaba a su autor de «tramposo compulsivo».
Reflexionando sobre la llegada de Zapatero al poder me di cuenta de cómo importan esos pequeños detalles que algunos llaman 'baraka' y otros llaman 'destino'; de como pocos votos en un congreso interno o un terrible atentado a 3 días de unas elecciones, pueden cambiar el rumbo de manera drástica de una historia hasta entonces lineal y previsible. Luego, con los años, algunos de los autores de esas fechorías tan caras para todos llegan a arrepentirse amargamente de su falta de visión -que le pregunten hoy a Guerra- pero una vez que la historia se desvía, toma un nuevo rumbo directo a otro destino. Con esto quiero decir que desde la era de Zapatero, hasta hoy, estamos condenados a vivir cada vez peor y a sufrir una democracia cada vez más devaluada y tóxica. Y, sinceramente, no veo el momento donde de nuevo se produzca ese pequeño detalle impensable que vuelva a cambiar nuestro rumbo colectivo. Con Zapatero no solamente se enterró cualquier vestigio que quedase de la cultura política de la transición sino que se abrió una puerta desconocida hacia la división civil, la polarización política y la misma negación de la nación española concepto discutido y discutible según el analfabeto constitucional. Por eso cuando en su momento partidos como Ciudadanos se posicionaban a favor de la ley de 'desmemoria histérica' no comprendían que el final no era enterrar a Franco donde dijese el sanchismo y por fin ganar la Guerra Civil, sino que el Caudillo era el principio de todo lo que vendría después, debatiendo y celebrando en plena pandemia vírica y depresión económica sobre la retirada de unas medallas a un policía supuestamente torturador que ya había muerto. Se lamentaban muchos de la izquierda que habían llegado tarde a la retirada de honores al fallecido, porque ya estaba muerto, mientras aplaudían al doctor Bacterio cuando nos explicaba que tenía unos 13 mil muertos por ahí perdidos que no sabía si serían por coronavirus o por sarampión.
Por fin en esta semana se termina esa farsa infecta llamada comisión de reconstrucción, que como ya he indicado en muchos artículos solamente era un circo orquestado por el sanchismo podemita donde había ido la oposición a ser maltratada, insultada, acusada de deseos de golpe de Estado y, finalmente, señalada como responsable de los muertos por la pandemia, que nadie lo dude.
Al menos Pedro Sánchez y Pablo Iglesias podrán centrarse en lo que realmente les importa: uno demostrar de manera tiránica que él es quien manda, y el otro a continuar con su tarea de ir anulando poco a poco nuestro sistema constitucional y democrático para implantar la nueva dictadura democrática popular. Y en este sentido se enmarca que aparezca una nueva fiebre histérica para ajusticiar a Felipe González por los GAL, cuyo aperitivo ya llegó hace unos años con la famosa 'cal viva' que Iglesias echó en cara a Pedro mientras este último apenas balbuceó dos o tres quejidos.
Más o menos como ahora, que no se ha esforzado demasiado en defender al expresidente socialista porque el sanchismo también lo odia de manera descarnada.
La cuestión, en definitiva, es que la izquierda tiene dos grandes objetivos inmediatos: los dos felipes. Después de derrotar a Franco, ahora le toca al Rey y a González para acabar con la pieza más codiciada por la izquierda niñata y llena de odio: José María Aznar. Una vez que caiga el expresidente popular, será cuestión de meses que votemos para presidente de la nueva república popular bananera al padre de todo esto, José Luis Rodríguez Zapatero.
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