Populismos de izquierdas
En Nicaragua y Venezuela, regímenes sanguinarios se transformaron en caudillismos populistas de corte 'izquierdista'
Federico Zurita
Domingo, 14 de julio 2024, 23:00
Sin el auge de los populismos de ultraderecha y sin la expansión de ellos, los populismos actuales que gobiernan con narrativas de 'izquierdas', podríamos reducirlos ... a dos: Nicaragua y Venezuela. Ambos países sufrieron una larga historia de dictaduras feroces tras acceder a la independencia de la metrópoli. En Venezuela las de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez (entre otras) y en Nicaragua las de los temibles Somozas (padre e hijo). En ambos países, esos regímenes sanguinarios se transformaron en caudillismos populistas de corte 'izquierdista'. Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después, en Venezuela, y el matrimonio Ortega-Murillo en Nicaragua. Ambos países comparten en la actualidad el sufrir regímenes políticos autoritarios rayanos en la autocracia, gestiones políticas desastrosas, crisis económicas profundas y pertinaces, corrupción sistémica, y conculcación de los derechos humanos. Comparten también el empeño constante pero fallido de EE UU (que no pierde de vista sus propios intereses en la zona) de derrocar ambos regímenes.
Nicaragua está gobernada por el matrimonio de Daniel Ortega (fue presidente por primera vez en 1985) y Rosario Murillo, 'la chayo' que le llaman los nicaragüenses. La omnipresente 'chayo', vicepresidenta del gobierno que las malas y las buenas lenguas dicen que decide más que el propio comandante. De los ideales de «gobernar para el pueblo porque somos el pueblo», justicia social y abolición de la miseria que inspiraron la revolución y que aupó a los guerrilleros sandinistas al poder en 1979, no queda más que el enrocamiento obstinado de la pareja en la residencia presidencial. En la Nicaragua de hoy, las libertades políticas y de prensa están abolidas y la disidencia se paga con encarcelamiento, tortura y exilio. La vida cotidiana es dura y está penetrada por el personalismo del matrimonio. Por poner dos ejemplos, a mi juicio elocuentes. Las ciudades de Nicaragua, están plagadas de unas estructuras estrambóticas con cientos de bombillas chillonas que se llaman 'árbol de la vida'. Son un capricho personal de la 'chayo', que profesa un batiburrillo de credos incluido el esoterismo, que inspira esos «árboles de la vida». Por toda Nicaragua, hay carteles en carreteras, avenidas y plazas con una foto del matrimonio en pose paternalista. Debajo de la foto, reza una proclama sobre lo que dicen ellos que es el régimen nicaragüense: «Cristiano, solidario, socialista». Al mismo tiempo uno puede ver bajo esos carteles, en los semáforos, niños harapientos y malnutridos limpiando los parabrisas de los coches y respirando el aire cargado del humo espeso y negro que sueltan los vehículos, muchos cochambrosos, cuando el semáforo les da luz verde. ¿Dónde quedó la prometida escolarización de todos los niños nicaragüenses? Me preguntaba un profesor de la universidad.
La iglesia nicaragüense es hoy un crucial aliado del matrimonio. A cambio, éste se ha convertido al catolicismo más rancio y reaccionario, y el aborto (incluido el terapéutico) otrora legal, está en la Nicaragua de hoy penado con años de cárcel. En 2018, una brutal represión, (con grupos de paramilitares y matones incluidos), contra un movimiento de insurrección por recortes en la seguridad social, dejó casi 400 muertos y trajo a la memoria los peores tiempos de Anastasio Somoza. Con una fuerte carga simbólica, durante las revueltas los estudiantes arremetieron contra los «árboles de la vida». La mediación de un sector de la Iglesia y de organizaciones internacionales no consiguió frenar la represión. La insurrección sigue sofocada, pero la violencia, que se cuece al 'baño María' puede volver a estallar en cualquier momento.
El caso de Venezuela con todas las coincidencias mencionadas, tiene sus propias peculiaridades ya que el contexto geopolítico e histórico es diferente. Venezuela es un petroestado con las mayores reservas de crudo del mundo. A pesar de esa riqueza natural, en torno al 20% de población está desnutrida y un 80% vive bajo el umbral de la pobreza. Esos pésimos indicadores, justo es decirlo, son también consecuencia de las sanciones económicas estadounidenses, que bajo la administración Trump fueron aún más drásticas que las de la era Obama y que no han conseguido derribar el régimen pero sí exacerbar el sufrimiento de la población.
En 2016, la oposición solicitó un referéndum que Maduro era consciente de que podía perder. Por eso lo bloqueó. La crisis no se ha cerrado ocho años después.
Queda la esperanza de una resolución diplomática y tan pacífica como sea posible del conflicto, visto el rosario de fracasos que la Historia demuestra que supone intentar democratizar a la fuerza un país donde no hay mimbres para ello. El expresidente Zapatero ha viajado 39 veces a Venezuela para mediar entre el gobierno y la oposición y conseguir una transición a una democracia de relativa calidad. Sería el primer paso, pero no pinta nada fácil.
Gabriel García Márquez, el homérico 'Gabo', en su deslumbrante discurso de aceptación del Premio Nobel, definió América Latina como «esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda». Vale.
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