Gaza, sitiada y bombardeada
Federico Zurita Martínez
Lunes, 5 de mayo 2025, 21:26
Los seres humanos, encuanto humanos, no podemos vivir sin ilusión, sin utopía, sin una estrella que guíe y oriente nuestro comportamiento. Sin ilusión no hay ... esperanza, ni alegría.
Contaba Tucídides en su 'Historia de la Guerra del Peloponeso' que los melios, una colonia de los lacedemonios, se negaron valiente pero erróneamente, a someterse a Atenas. Los embajadores atenienses en un tenso diálogo con los representantes melios intentaron convencerlos de que capitular era lo que más les convenía. «Somos más fuertes que vosotros por lo que deben prevalecer nuestros intereses y no tenéis alternativa». Tras deliberar, los melios se obstinaron en resistir, pero el asedio por hambre al que los atenienses los sometieron, les hizo sentir la dura realidad: que el hambre crónica es insoportable. Tras la capitulación, todos los hombres melios fueron ejecutados y las mujeres y los niños esclavizados; colonos atenienses repoblaron la isla y los melios, como grupo humano desaparecieron por el sumidero de la Historia.
El sitio de Leningrado por el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial duró, desde 1941 a 1944, tres años de privación de alimentos añadidos al frío glacial de aquellos inviernos. Están documentados casos de canibalismo durante el asedio y el coste final fue de casi un millón de muertos, pero lo cierto es que la ciudad no claudicó.
En su crónica lacerante de un Gulag soviético 'Un mundo aparte', Gustaw Herling-Grudziński cuenta que los cocineros estaban acostumbrados a vencer las resistencias de las mujeres jóvenes a fuerza de no darles de comer, sabedores de que acabarían sucumbiendo por el desquiciamiento que el hambre acaba por provocar. El mismo Gustaw lo sufrió en sus carnes: «¿Cuántas veces no habré pegado yo mismo mi rostro ardiente contra la ventana gélida de la cocina para mendigar un cucharón más de sopa rala?» Y agrega con rabia: «Si Dios existe, que castigue sin miramientos a quienes doblegan a la gente mediante el hambre».
Benjamín Netanyahu y su gobierno, el más radical de la historia de Israel, está utilizando contra los palestinos y con un sadismo inconcebible, esa antiquísima práctica de doblegar voluntades sometiéndolas a una sensación literalmente insoportable, la del hambre de larga duración.
La ONU reporta que en Gaza, más del 70% del terreno cultivable y más de la mitad de los pozos destinados al regadío han sido destruidos. La pérdida del ganado vacuno debido a la guerra ronda el 90% y en cuanto al ganado ovino la pérdida está en torno al 50%. No hay más que ver a los palestinos intentado alcanzar los camiones que recién entran con los víveres tras muchos días sin alimentos ni medicinas. Son la viva imagen de la desesperación. A los más de 50.000 muertos por efecto directo de los bombardeos, que han reducido Gaza a una zona cero, hay que sumar los muertos por la desnutrición y por las enfermedades carenciales derivadas de ella.
A esas escalofriantes cifras hay que añadir la mucha gente que ha muerto en Gaza por causas evitables que la falta de medicamentos de uso corriente, ha convertido en fatales. No hay antibióticos, no hay analgésicos, no hay insulina para los diabéticos, no hay anestésicos… el asedio israelí impide que todo eso entre a la franja de Gaza. Tampoco hay electricidad para los quirófanos. Miles de personas, niños incluidos por supuesto, han perdido brazos y piernas a consecuencia de los bombardeos y la metralla.
En el colmo de la crueldad, han circulado vídeos de mujeres israelíes con muñecos en sus brazos haciendo chanzas e imitando con burlas los gestos de dolor desquiciado de las palestinas que tenían a sus bebés muertos en sus brazos tras los bombardeos. En otro vídeo se veía como un israelí desperdiciaba deliberadamente el agua dejándola resbalar por sus labios mientras en Gaza sufrían una escasez terrible y crónica de agua potable. Otro, ponía luces chillonas y las dejaba encendidas mientras los palestinos por las noches estaban a oscuras por la destrucción sistemática que sufrieron sus infraestructuras. Yoav Gallant, ministro de Defensa del gabinete de Netanyahu arengó a sus tropas con un «combaten contra animales y deben actuar de acuerdo con ello» llevando a la práctica eso de deshumanizar al 'otro' que es el primer paso para que después la masacre sea más fácil y más llevadera para las tropas encargadas de ejecutarla.
Netanyahu lo dijo claro: «hay que procurarles una situación que no puedan soportar».
Para ayudarle, Donald Trump propone un desplazamiento masivo de la población palestina a los países árabes de la zona y se sabe que ya hay israelíes dispuestos a entrar y empezar a construir casas para sí mismos en la Gaza arrasada.
La historia de Gaza rima con la de los melios 2500 años después: se cerca la ciudad que acaba extenuada por hambre y sed –a los gazatíes además se les aterroriza mediante bombardeos– se desplaza a la población autóctona y se ocupa su territorio. Pero Leningrado no cedió en tres largos años y Gaza ya resistió a los faraones egipcios; es más, los famosos túneles que aún hoy utiliza Hamás, fueron construidos para resistir la invasión de Alejandro el Magno. Como dice un magnífico conocedor de aquella zona, Mikel Ayestaran, «los siglos de invasiones extranjeras han engendrado en el espíritu de la población de Gaza el odio hacia la ocupación».
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