Farolillos y promesas
«Si por cada promesa que han hecho nos dieran un clavel, tendríamos la Rambla más florida que el mayo cordobés»
José María Granados
Periodista
Miércoles, 27 de agosto 2025, 23:12
Pepe 'El Tomillero' dice que la feria huele a albahaca, a vino dulce y a fritanga buena, pero también huele -aunque no se diga en ... voz alta- a la dejadez de siempre. Por mucho que en sus fiestas Almería se ponga guapa, se vista de farolillos y claveles, basta con levantar un poquito el mantón, para comprobar que ahí siguen las baldosas más levantadas que la tapa de una olla, los contenedores echando el tufo y la porquería campando a sus anchas como si fuera invitada de honor.
Y mira que a Pepe le gusta la Feria, que ha echado más bailes que un tablao, pero cada año se le hace bola eso de que la alegría haya que pisarla con cuidado, no sea que te dejes el tobillo en cualquier calle. ¡Y luego vienen los políticos de turno, con la copa en la mano y la 'sonrisica' puesta, a decir que ahora sí que sí! Que este año la ciudad va a quedar más limpia que el manto de la Virgen del Mar. Pepe escucha, asiente y hasta aplaude -porque estamos en feria y hay que guardar el tipo-, pero por dentro se dice: «Anda que no, picha, si esto lo he oído yo más veces que a Manolo Escobar».
La cosa siempre acaba igual, con palabras que se las lleva el aire del Puerto y promesas que no se cumplen ni hartos de rebujito. Si por cada promesa que nos han hecho nos dieran un clavel, tendríamos la Rambla más florida que el mayo cordobés. Pero aquí seguimos, con los mismos baches de siempre, la misma basura y el mismo «ya veremos» que no llega ni a la próxima Feria.
Y ojo, que Pepe no es de quejarse por gusto, ¡qué va!, pero también le gustaría que cuando se apaguen las luces del Real, cuando se quiten los farolillos y se acaben los papelillos, la ciudad no vuelva a parecer la misma de siempre. Almería no puede ser la capital del descuido, la de las cosas a medio hacer, la de «eso ya lo arreglaremos… después del verano».
Que si la limpieza, que si el transporte, que si el arreglo de la calle tal… todo se queda para la carta de los Reyes Magos. Almería, en agosto, está para la foto, eso sí, desde la rotonda hacia fuera, pero su uno se mete por los barrios hay para escribir un libro.
Al final, piensa Pepe, todo esto es como una pelota que empieza chica, con un bache, con un contenedor que huele a rayos, con un banco roto… y va creciendo con cada promesa que se queda en el aire hasta que se convierte en una bola tan gorda que ni la portada de la Feria la aguanta. Una bola que no hay martillo que la rompa, porque no está hecha de yeso, sino de olvido.
Pepe brinda esta Feria, canta y baila claro que sí, pero mientras marca el compás con las palmas, se dice por dentro: «Como no espabilen, el año que viene en la Portada no va a poner 'Feria de Almería', va a poner 'Ciudad del postureo… y poco más». Si las promesas barrieran, esto brillaba más que los centros comerciales en Navidad. Pero como los compromisos no barren, habrá que seguir esquivando la porquería con gracia y confirmando que lo que aquí se hace son simples promesas, esas cosas que no se confirman con voto o juramento. Por cierto, escribiendo esto confirmo que se pintan algunos pasos de peatones en la Avenida de Cabo de Gata y estamos a 27 de agosto, a un paso del fin de verano.
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