Eutanasia para España
Opinión ·
marcial vázquez
Jueves, 13 de febrero 2020, 23:36
Uno de los rasgos más siniestros de la izquierda reaccionaria de este siglo es su defensa parcial de la democracia: solamente la respeta cuando le ... conviene. Es decir, cuando mandan ellos. La izquierda actual considera que es más democracia una dictadura de izquierdas que una democracia liberal donde pueda gobernar la derecha. A este punto de histeria hemos llegado que una diputada del PSOE afirmaba abiertamente en redes sociales que solo es legítimo negociar o dialogar en nuestro país a partir de postulados de izquierdas, porque todo lo demás sería «retroceder». Se cumple así lo que Félix Ovejero pronosticó en su último y brillante libro: la izquierda reaccionaria de hoy es la derecha autoritaria de ayer, lo que plantea un dilema metafísico y hasta personal a las personas socialdemócratas del siglo XX: nos vemos obligados a defender la esencia democrática al lado de la derecha actual frente al populismo de izquierdas, dispuesto a romper el régimen constitucional del 78 para obligar a media España a vivir exclusivamente bajo su doctrina.
Después de un par de semanas, uno asiste estupefacto al hecho de que Ábalos siga sentándose en los asientos azules del gobierno. Lo sucedido en Barajas con la número dos de Maduro es un escándalo que solo puede producirse en una democracia bananera donde la ausencia de vergüenza de los protagonistas se combina con la evidente degradación del concepto de responsabilidad política. Bien es cierto que desde el diario oficioso gubernamental se ha empezado a señalar al ministro de Fomento mientras en la sesión del Congreso todo el sanchismo de Estado lo dejó solo ante la oposición. Pero si aún no ha caído el sanchista valenciano es porque ya probaron la resistencia de la dureza facial previamente con los casos de Dolores Delgado, el ministro astronauta que sigue en la luna sin enterarse de nada o los informes cocinados y ad hoc de Marlaska después de señalar a Ciudadanos en la marcha del orgullo gay. Sin entrar en el fondo de la cuestión, un ministro que ha mentido tanto y de manera tan chapucera como descarada no puede seguir siendo miembro del gobierno, aunque lo normal y deseable fuese el final absoluto e irrevocable de su carrera política. Ábalos lo dejó claro con su tono chulesco de matón de barrio barato: él ha venido aquí «para quedarse» y se atreve a despreciar a Edmundo Bal porque es uno «que está de paso». Nunca el despotismo sin ilustrar estuvo tan orgulloso de sus coces al decoro.
Pero siendo un problema de aseo democrático que el ministro de Fomento siga en su cargo, la clave de este escándalo internacional reside en quien marca y se ha erigido de forma real en el ministro de Exteriores del sanchismo, que no es otro que Zapatero, convertido en criado servil de la narco tiranía venezolana de Maduro. España se ha quedado absolutamente sola frente a la UE, a Estados Unidos y Canadá en su ofensa institucional a Guaidó mientras se masajea y se compadrea con el régimen dictatorial chavista. Solo hay que hacer algo de memoria para recordar como el sanchismo desvergonzado presumía de que había sido Pedro Sánchez el que había liderado el reconocimiento de los gobiernos europeos a la legitimidad de Guaidó. Algo absolutamente falso pero que nos vendieron como el segundo gran éxito del presidente después de la acogida populista e irresponsable del Aquarius.
Mientras debatimos una ley de eutanasia que defiendo como necesaria e inaplazable, no nos damos cuenta de que este gobierno ya ha empezado a aplicarla a nuestro país y nuestra democracia. Su plan es desmontar la Transición y la Constitución del 78 sin que padezcamos demasiado dolor, o sea, sin que nos resistamos demasiado. Y esto pasa por ir inyectando dosis precisas de suero terminal con la promesa de una muerte digna.
Los que pensaron que Zapatero había hecho todo el daño posible a este país como presidente estaban gravemente equivocados. Entonces, entre sus principales destrozos, incendió Cataluña y dejó sembrada la semilla del separatismo, que estallaría unos años después. Ahora anda suelto por Latinoamérica abrazando tiranos y sirviendo a dictadores en nombre del gobierno de España. Intuyo que su fin más deseado con este comportamiento es verse recogiendo el Nobel de la Paz de aquí a pocos años. Y de ahí a ser el primer presidente de la III república solo habrá unos pequeños pasos.
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