Hace un mes se cumplió un año de la aprobación de la ley de eutanasia, para mí uno de los logros sociales más importantes del ... actual gobierno que ha mostrado sensibilidad con los más vulnerables e indefensos. Luis de Marcos, de 50 años, enfermo de esclerosis múltiple, no podía hacer un gesto tan elemental como rascarse. Se sentía atrapado en un cuerpo que no le obedecía y, según explicaba, era como vivir dentro de un traje de neopreno lleno de cristales que le provocaban dolores insoportables. De Marcos murió en agosto de 2017 después de apelar a los políticos para que aprobaran una ley que le ayudara a irse, aunque no lo consiguió. Lo anterior lo recojo de la información que sobre el año de vigor de la ley de eutanasia publicó este periódico el pasado 25 de junio. Imagino que este hombre ahora sonreiría y aplaudiría al presidente de un gobierno que fue calificado como el gobierno de la muerte por aquellos detractores de la eutanasia. Y eso es lo que me parece más terrible, que haya quien se oponga a esta ley de manera beligerante desde su buena salud contra aquellos que claman por dejar esta vida y abandonar el cuerpo que los tortura minuto a minuto. Yo siempre he estado a favor de una muerte digna, lo mismo que defiendo una vida digna. Siempre he creído que nuestros gobernantes deben procurar el bienestar de todos en vida y a la hora de morir; y he mantenido un argumento tan simplista como pensar que nadie quiere morir porque sí, sino que cuando se llega al punto de pedir que le ayuden a dejar de vivir es porque lo que tiene no es vida sino simple y puro sufrimiento y ningún futuro. Por eso mismo, ni el gobierno ni quienes somos partidarios de que haya una regulación de la eutanasia pedimos a la gente que se mate; al contrario de quienes están en contra de esta ley y piden a quienes sufren dolores atroces que los sigan sufriendo y sigan respirando, aunque eso también duela. Nadie puede ser juez de los demás e imponer lo que debe o no hacer.
En este año de vigor de una de las leyes más progresistas aprobadas en este país se han acogido a la misma 180 personas (sigo aportando los datos recogidos en este diario). No sé si 180 personas son muchas o pocas, dependerá del contexto en el que se incluya, pero sí sé que esas 180 personas de manera consciente y razonada eligieron ese camino y eso es lo que me alegra, que quienes están en esa situación tan desesperada puedan decidir sobre su futuro y la sociedad los pueda escuchar y acabar con su sufrimiento. El camino es largo y aún queda mucho por recorrer porque, lejos de lo que decían quienes no se leyeron la ley, la manipularon y acusaron al gobierno poco menos que de asesino que obligaba a los médicos a practicar la eutanasia, más de cuatro mil profesionales se han declarado objetores de conciencia, por lo que rechazan gestionar cualquier petición de eutanasia.
Y me preocupa también que Andalucía, junto a Madrid, sea la comunidad autónoma que con mayor lentitud la aplica, según denuncia el presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente, Fernando Martín. Porque, además, no es que exista un sesgo ideológico, dado que otras comunidades gobernadas por el PP como la vecina Murcia han sido mucho más diligentes. Confío en que la mayoría absoluta obtenida por Juanma Moreno sirva para ser más eficaces en la aplicación de la ley con aquellos andaluces que así lo soliciten y no al revés. Esto, sobre todo, porque no podemos olvidar que las leyes más progresistas de las que disponemos en este país han venido de la mano de la izquierda que se han mantenido cuando el signo político del gobierno ha cambiado. Por lo general el PP en oposición se ha postulado a menudo por derogar algunas leyes, si bien cuando ha llegado al poder no lo ha hecho y eso lo que demuestra es que este país es partidario de estas leyes tan necesarias en nuestras vidas. Lo mismo pasará con la de eutanasia que se mantendrá en el futuro sin que eso signifique que vaya a morir más gente, simplemente habrá más personas que dejarán de sufrir y eso nos debe alegrar. De momento, son 180 personas las que sin tener una vida que se la pudiera llamar así nos dejaron y, sobre todo, acabaron de sufrir su personal tortura. Un día nosotros podemos ser uno de ellos. ¡Ah, vale, que eso les pasa a los demás, no a nosotros!
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