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El euro de Cuenca

El Ayuntamiento estudia poner una modesta tasa a los turistas que pernocten en la ciudad

Esteban de las Heras Balbás

Domingo, 4 de septiembre 2022, 00:10

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Al dejar la playa, el personal pasa de la propina a la limosna. Allí dejaba unos euros a la camarera agradeciéndole su profesionalidad y presteza ... al servir la comanda y aquí, cuando acude al súper para la primera compra tras el regreso, encuentra de nuevo en la puerta a esa mujer de la que conoce su vida machacada y le da unas monedas. Al camarero o camarera del chiringuito se les premiaba con la propina su eficacia al servir las mesas y estos, a su vez, correspondían, como detalle de la casa, con un chupito gratis de licor de hierbas que perfuma el aliento y entona el ánimo. Ese mismo ánimo se descompone y resiente cuando, a la vuelta, nos topamos con la víctima del infortunio, cuya desgarrada biografía cabe en las tres líneas que ha escrito con torpe letra en un cartón de embalaje. Al darle ese dinerillo suelto buscamos un efecto placebo que acalle conciencias. Limosnas y propinas son dos tributos del alma, dos gabelas reguladas por esa ley no escrita que se llama costumbre. Son dos impuestos etéreos que no dejan de ser bagatelas frente al tsunami inflacionista que nos va a poner mirando a Trebujena.

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