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Una estúpida guerra fraternal

Puerta Real ·

Conviene recordar que uno de los primeros ensayos de este monumental estropicio en el PP tuvo como escenario Granada en junio de 2019

Esteban de las Heras Balbás

Domingo, 20 de febrero 2022, 00:50

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Dicen que estos días se está vendiendo en la calle Ferraz de Madrid más champán que en Navidad. Por la zona de Génova, las que ... hacen su agosto son las boticas, que ya han agotado el Gelocatil. En la Moncloa han acabado con el gel hidratante para refrescarse las manos recalentadas de tanto frotárselas. El tiberio montado en el PP está haciendo las delicias de prácticamente todo el arco parlamentario, porque si bien los de Casado daban muestras frecuentes de torpeza en sus intervenciones –para la posteridad queda el voto de Alberto Casero, que ha reventado los móviles con sus memes–, nadie podía imaginar que llegaran a estos niveles de estupidez. El episodio del diputado que ni votar supo era solo el entremés de lo que se venía encima. Para pasar del disparate al esperpento han torpedeado desde dentro durante meses a Isabel Ayuso, el capital más valioso que tienen los populares, quien comprobó en carne propia que los enemigos en política están dentro; los de fuera son adversarios. Lo que estamos viendo indica a las claras que a Casado le da vértigo llegar a la Moncloa y prefiere ser el jefe permanente de la oposición por los siglos de los siglos. A la feligresía 'pepera' no le ha pillado de sorpresa esta estúpida guerra fraternal. Barruntaba que el nublado de estos meses terminaría en tormenta. Lo que no esperaba es que fuera más dañina que la malhadada Filomena. Porque, efectivamente, lo ocurrido no ha sido de Filomena sino de Filemón, el compañero de Mortadelo. Es el peligro que corre el capitán cuando decide que el grumete lleve el timón. Eso está bien para las viñetas que disfrutan los adolescentes y Jesús Lens, pero no para conducir los destinos de la España liberal. La gente de a pie venía observando con harta preocupación que en Génova se practicaba ese deporte de alto riesgo que consiste en darse todas las mañanas un tiro en el pie antes del desayuno. Y, claro, quien juega con fuego termina abrasado.

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