Una semana muy especial
Quisiera dejar constancia de queme ha caído bien este fraileagustino que ya se llama León XIV
Cuando la actualidad gira en torno a asuntos trascendentales, comentar los tejemanejes y chuminaícas de la ciudad da un poco de lacha. Más aún cuando ... las fotillos, los anuncios, los premios, las promesas de obras y los apretones de manos son tan idénticos que valen lo mismo para hoy que para dentro de dos semanas. ¿Qué conseguimos criticando la suciedad de las calles, que ya alcanza los mayores niveles de mugre de estos últimos años? ¿Qué pasa con los retrasos del AVE? ¿Por qué Granada fue la última provincia en recuperar la electricidad el día del apagón? ¿Qué medidas se están tomando para que la calle Pedro Antonio de Alarcón vuelva a ser una calle de diversión y no de broncas y armas blancas? ¿Dónde hay que llamar para saber quién manda en el consorcio Ifmif Dones? Porque resulta que el miércoles se armó la tremolina a micrófono abierto entre la Junta y el Gobierno por ver quién hablaba primero en un acto de dicho consorcio, con el resultado de que quien tomó la palabra se arrogó erróneamente la representación de la presidencia, que es rotatoria y desde el día 1 de enero ya no le correspondía. En fin, que vivimos pendientes de un 'quítame allá esas pajas' y no estamos donde teníamos que estar. Pero es ya marca de la casa y no cambia ni aunque en la Feria del Libro vendan manuales de esos jetas que ofrecen milagros para arreglar el mundo.
Sí, hay asuntos más importantes que merecen ser comentados. Hay que seguir hablando del apagón y del retraso en los trenes por el robo de cobre, aun sabiendo que sólo nos contestará el eco. Hay que preguntarse si tenemos a los ministros más eficaces en los puestos más importantes, pese a que la respuesta venga cabalgando a lomos de una risa sarcástica. Hay también que preguntarse si acabará alguna vez el cultivo de 'maría' o si hay que replantearse esta guerra que, querámoslo o no, tiene toda la pinta de terminar como la ley seca en Norteamérica. Hay que hacer muchas más cosas, como la de tomarse en serio lo de la capitalidad cultural, sin marcos incomparables, sin teatricos, sin perejiles, sino con un proyecto de gran calado y gran ciudad. Marifrán tiene la respuesta.
Puede que mis cuatro lectores opinen que debo tener algo trastocadas las neuronas por escribir esto. Quizás se deba a la astenia primaveral o porque al regresar de la Feria del Libro me he cruzado con 26 perros que ayudados de potentes correas iban tirando de sus amos. Tengo entendido que los canes no cotizan a la Seguridad Social. Los hijos de los 'canestenientes' van a tenerlo chungo. Allá ellos. A mí me quedan cuatro telediarios mal contados. Amén de que, si las cosas se tuercen, ya tengo apalabrada la subcontrata de dos horas para limosnear en una esquina muy bien situada, de la que no voy a dar su ubicación, vayamos a que me la birlen.
Antes de que se acabe el papel, quisiera dejar constancia de que me ha caído bien este fraile agustino que ya se llama León XIV. No me formé en el mester de clerecía, ni en el de juglaría. Tampoco he consultado la profecía de san Malaquías, pero intuyo que tiene algo especial. Puede que sea por haber elegido el nombre de uno de mis nietos, o por su ascendencia española, o porque mis hijos estudiaron en los Agustinos, o por el recuerdo de la 'Rerum novarum' de Leon XIII, o porque agustinos son los frailes de El Escorial; muchos de sus antecesores recibieron matarile en Paracuellos. Ahora Sánchez –que también estudió allí– nos dirá cómo los incluye en su memoria democrática. Vaya por Dios, ya salió Pedro. Lutero también fue agustino. Hay días en que es mejor quedarse quieto.
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