Mercadillo de verano
El verano de verdad es el que viene ahora, tras estos días de ahogos y flamas
Donde ahora vivo el mercadillo se monta el martes, pero este último ha sido un desastre. No vino ni la señora de las flores. Estos ... bazares ambulantes tienen esa contrariedad: que no puedes fiar la compra de un bañador a que aparezca el hombre que vende también lotes de calcetines o bragas por un euro. Tienes que esperar al próximo martes o desplazarte el sábado a Guadix, donde es seguro que hallarás lo que buscas y hasta lo que no querías encontrar. Luego puedes almorzar en cualquiera de sus muchos bares y tomarte de postre una yema o un felipe, porque como toda ciudad episcopal tiene unos dulces exquisitos. Hace ya muchos años tuve que pasar un mes de julio en Extremadura y en mis viajes por aquellas tierras pude comprobar que las mejores pastelerías estaban en Plasencia, Coria, Badajoz y Cáceres. Lo mismo me ocurrió en León con Astorga, en Soria con El Burgo de Osma o en Huesca con Jaca. Algo divino tienen estas ciudades, además de sus obispos y sus catedrales.
Pero dejemos esto de los postres a Jesús Lens y vayamos a los mercadillos y sus calores, que tienen mucho que decir en estos días de chanclas, mochilas y camisetas de colores indefinibles. Y acuda pronto, porque antes de que la aguja de los relojes haya marcado las dos, en el solar donde estaban los tenderetes sólo queda el infierno inclemente. La gente está buscando rincones, plazas y fuentes en las que saciar su sed o van a recoger a sus padres, que han dejado en la residencia de mayores para evitarles la calorina.
Decían los abuelos que el verdadero verano es el periodo que hay de Virgen a Virgen. Tendré que aclarar que la Virgen del Carmen se celebra el 16 de julio y la Asunción de la Virgen el 15 de agosto. Con el calentamiento global que nos invade, el verano de verdad es el que viene ahora, tras estos días de ahogos y flamas. La Vega, que hasta hace unos años nos daba frescor y vida, ahora nos envía rachas de fuego y aire seco. Entonces todo era más humano. Dicho esto, no hay que olvidar que hay otros veranos: esos de canarios a la sombra, balcones con las persianas bajadas, y cuchicheos en la hora de la siesta. En casa de mi títa Arsenia se reunían las amigas, todas con muchos años y muchas arrugas. Formaban un pintoresco grupos de cotorras, que se dedicaban a rajar de las vecinas y, tras darles el repaso diario, comenzaban a rezar el rosario. Después, cuando ya el sol declinaba, bajaban a la calle y se atiborraban de helados y dulces, mientras seguían quitándose la palabra de la boca. Nadie escuchaba a nadie y todas hablaban a la vez. Así hasta que la noche las devolvía a sus casas, subían las persianas y sacaban al canario.
Este verano va a ser de terrazas y cerveza, de sudores y abanicos. Si va a comprar un bañador y está en Granada no espere a la 'marcha verde' del domingo y si está fuera no confíe en que llegue el señor que vende lotes de bragas y bañadores por un euro, porque puede que esté de juerga y no venga. Mi consejo es que compre en la tienda de toda la vida. Y no se olvide de encargar que le rieguen las macetas. Feliz verano.
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