Gallardía real
Felipe VI dio la talla, haciendo honor a su tatarabuelo, Alfonso XII, que vino en enero de 1885 a Alhama de Granada a solidarizarse con las víctimas del terremoto del día de Navidad
Las imágenes de los Reyes aguantando el chaparrón de gritos y barro durante su visita a Paiporta, mientras el presidente del Gobierno se retiraba de ... la escena arropado por sus escoltas, han dado la vuelta al mundo. Pasará mucho tiempo antes de que se borren de la memoria colectiva. Los intentos del ministro del Interior para encontrar fachas sobre los que descargar la culpa de aquel espectáculo no han dado resultado. Marlaska debería saber que, digan lo que digan los voceros afines, el cabreo la impotencia y la rabia no tienen ideología. El gobierno de España y el de la Generalidad no han sabido o no han podido gestionar este inmenso desastre. Ya llegará el momento de analizar todo lo que se pudo hacer y no se hizo. Oiremos relatos que harán hablar a las piedras y nos helarán la sangre. Pero eso ahora no toca, pese a que ya estén afilando puñales en las covachuelas. Lo que toca ahora es arrimar el hombro y enderezar el rumbo.
Se entiende que, en un primer momento, la violencia del agua rebasara la capacidad humana para hacerle frente, se entiende menos que no se activaran las alertas en tiempo y forma, y se entiende mucho menos que el Gobierno de España, ante la magnitud de la tragedia, no tomara el mando y siga sin hacerlo. Pero lo que resulta de todo punto inconcebible es la malhadada frase de Sánchez: «si quieren más, que lo pidan». El 'mantenerla y no enmendarla' ha sido una constante en la toma de decisiones de este hombre, que tiene un especial tino para irritar al personal. Al oír esta rotunda sentencia, me vino a la mente la quijotesca frase de 'más vale honra sin barcos que barcos sin honra' del marino español Méndez Núñez, en una estúpida guerra contra Chile y Perú. En Paiporta había barro, no barcos. Y los monarcas optaron por la gallardía de más vale honra con barro que traje sin mancha y sin honra, mientras el 'puto amo' –Puente dixit– prefirió no tener que llevar el terno a la tintorería.
Frente a la calamidad sobrevenida y frente a la incapacidad de los políticos que padecemos, nos topamos con la nobleza de esos miles de jóvenes que el pasado domingo dieron un magnífico ejemplo de solidaridad y entrega marchando a pie para limpiar las calles, y llevar comida y agua a las víctimas de la DANA. Fueron los primeros, a los que han seguido otros muchos. Y también de inmediato surgió la respuesta del pueblo español, generoso como ninguno ante cualquier tragedia, que está dando una lección de solidaridad a toda la clase política, enredada en echar la culpa al otro. Qué oportuno es recordar aquí el verso 20 del Cantar de Mío Cid: 'Dios, qué buen vasallo, si hubiese buen señor'. Es obvio decir quién es el tal señor. Porque el jefe del Estado, Felipe VI, sí dio la talla, haciendo honor a su tatarabuelo, el rey Alfonso XII, que vino a principios de enero de 1885 a Alhama de Granada para solidarizarse con las víctimas del terremoto del día de Navidad. Don Alfonso, ya enfermo, soportó el frío, la lluvia y la nieve, marchando a caballo hasta Arenas del Rey, Fornes y Alhama.
Los periódicos de la época contaron que el Gobierno estuvo reacio a que el Rey emprendiera este viaje, por sus obligaciones de Estado y por su precario estado de salud –murió el 25 de noviembre de ese mismo año–, pero el Rey insistió y «jamás Monarca alguno cumplió los altísimos deberes de un Rey con más amplitud, prodigando su presencia entre ruinas, cadáveres, dolores y llanto sin fin, en medio de desencadenadas tempestades», según dejó escrito don Fermín de Lasala, comisario regio. Sánchez, tan preocupado por conocer cómo pasará a la historia, podría haber requerido información a alguno de sus muchos asesores para saber qué hay que hacer en estos casos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión