Los hados han estado enviándonos estos últimos días señales evidentes de que se acercan sucesos de gran calado que cambiarán el rumbo de la historia. ... Ya venían sucediendo cosas extrañas desde que un avión dio una vuelta de campana al aterrizar en Canadá y se salvaron todos los pasajeros. O desde que Sergio Ramos llegó a Monterrey en 'loor' y olor de multitud. También fue asombroso estar ante la tele durante varios días sin escuchar la ametralladora verbal de la vicepresidenta. Sorpresa fue, asimismo, toparse con Juanma Moreno en la inauguración del congreso del sindicato socialista. Más admiración aún ha causado nuestro incombustible Miguel Ríos anunciando que dará dos conciertos en Estados Unidos dentro de su gira 'A todo pulmón' el próximo mes de abril. Hay que reconocer su valentía para cantar en tierra hostil. Pero todo ello empalidece y pasa a la categoría de 'peccata minuta', –dentro de la escala de sucesos insólitos y paranormales– ante al espectáculo de la UDEF entrando en la sede de la Policía Local de Granada en busca de presuntos amaños en una oposiciones. Lástima que estas cosas no salieran a la luz antes de la gala de los Goya, porque la frase inmortal del jefe del Cuerpo, reconociendo que había quitado una multa a una concejala porque le «salió de la p…», que rima con Goya, podría haber optado al guion más original.
Son cosas que ocurren porque todo es posible en Granada. Incluso, que venga Sánchez y le aplaudan. Es tierra de milagros y portentos. Prueba de ello es que el señor presidente estará hoy entre nosotros, pero su venida no será para entregar las riendas del PSOE andaluz a Marisú Montero. Esa es la razón oficial. La verdadera es que, conociendo la magia singular de nuestra tierra, viene a velar armas antes de emprender su peligroso viaje a Ucrania. Como caballero andante desfacedor de entuertos, se desplazará hasta Kiev para darle ánimos al bueno de Volodimir Zelensky, que ha pasado de héroe a apestado en solo 24 horas por decisión de Trump, que ya actúa como emperador de Occidente. El césar del pelo amarillo, al formular este juicio, no ha contado para nada con el equipo de ineficaces consejeros de doña Úrsula, y Sánchez se ha prestado a ser la voz de Europa en la nación invadida. Tras templar su ánimo en la Feria de Muestras armillera, montará en su Rocinante, que ahora llaman Falcon, para enmendar el agravio provocado por el Calígula norteamericano al bueno de Volodimir. Su visita, programada para la galería, será como las que reciben los enfermos desahuciados. Ese momento en que se dice algo así como «ánimo, chaval, que tienes muy buena cara. Verás cómo se te pasará pronto el sarampión y pronto nos tomaremos unas copas». A Volodimir, que ya está pensando en reanudar su carrera de cómico, se le harán los ojos chiribitas.
Los historiadores nos vienen avisando de que una sociedad, cuando alcanza los niveles de bienestar y hedonismo que ahora disfrutamos, está a punto de darse el batacazo. Y ese trastazo puede llegar incluso antes que el meteorito. Aunque hasta esta noche no conoceremos el resultado de las votaciones en Alemania ni qué rumbo va a tomar, sí sabemos que en el Este de Europa no se habla solo del robo programado por el césar norteamericano y el zar Putin para quedarse con las tierras raras y correr las lindes del territorio. También comienzan a oírse voces entre los nacionalismos rumano y húngaro para recuperar territorios históricos –hay tema para otra columna–, lo que lleva a preguntarnos si Europa despertará por fin algún día y si habrá sastres suficientes para hacer los cambios de chaquetas y camisas de los políticos rastracueros que mudarán de ropa y de ideales. Sánchez no podrá arreglar todo eso en este viaje.
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