Rebelión en las granjas
Entretener a la gente con las monsergas de Puigdemont no sirve para llenar el carro de la compra
Esteban de las Heras Balbás
Sábado, 10 de febrero 2024, 23:00
Entre las muchas profesiones que venden humo, la que parece tener más futuro es la kinésica, que sirve para estudiar el lenguaje corporal y la ... comunicación no verbal. Sus forofos han encontrado un chollo en la cara del señor presidente del gobierno de España. Hay un abismo entre el rostro de Sánchez carcajeándose de Feijóo en la tribuna del Congreso y el rechinar de mandíbula, que casi se podía oír, cuando los diputados de Junts le tumbaron la amnistía. No lo puede remediar. El rostro viene traicionándolo desde aquel asalto en un pasillo de Bruselas a Biden, en plan vendedor de enciclopedias, que duró treinta segundos y que le costó el puesto a Iván Redondo, muñidor del fallido encuentro. Pese a que era en tiempos de la mascarilla, la frustración se traslucía en su mirada.
El martes pasado, ya superado el contratiempo del Congreso, cuando exploraba antes del alba cómo remendar el estropicio causado por Míriam Nogueras y sus mariachis, alguien lo despertó para darle el parte de las tractoradas, que estaban colapsando las autovías de norte a sur de la Península. De repente, vino a darse cuenta de que, además de la amnistía para el prófugo, en este azacaneado país había que solucionar infinidad de asuntos mucho más importantes y más complejos que el chantaje de Puchi. Desde entonces y hasta la hora en que esto escribo, la catarata de noticias adversas para Pedro ha ido en aumento y ahora está en el candelero el asunto de la trama rusa, que tiene muy mala pinta. El primer movimiento, 'allegro ma non troppo', del malhadado martes en que le interrumpieron el sueño, fue encargar a Chus Montero e Isabel García que lanzaran el repetitivo y aburrido denuesto de que la tractorada era cosa de la derecha y la extrema derecha. Los políticos mencionados ni se dieron por aludidos, porque el 'streaming' está ya muy gastado, pero la milonga entonada por ambas ministras fue una desafortunada y miserable bofetada a la buena gente del campo, que sólo quiere seguir viviendo de su trabajo. Ante tanta y tan reiterada torpeza, no se entiende que Sánchez mantenga a tan numerosa tropa como tiene colocada en su factoría de ideas de la Moncloa. Entre otras cosas porque peligra el chuletón al punto, ese plato imbatible que le encanta, según confesión propia.
A quienes no les llega la pensión para chuletas, expresiones de ese tipo les hace poca gracia. Saben a cómo están la fruta, las hortalizas, la carne y el pescado. Lo sufren a diario. Y los demás lo vamos a sufrir también ahora que se avecina la huelga de transportistas. Ya mismo veremos de nuevo al paisanaje acarreando las bolsas de papas, los cartones de huevos y los paquetes de papel higiénico como ocurrió con aquella fiebre o ventolera que se apoderó del personal en los tiempos del covid. Entretener a la gente con las monsergas de Puigdemont no sirve para llenar el carro de la compra.
Porque resulta que el problema no está en Waterloo, está aquí al lado, junto a las autovías, en las afueras, en eso que se llama campo, en esas naves que se llaman granjas, y que los ecologistas de salón, anclados en las películas de Dumbo y Heidi, sólo han visto cuando alquilan una casa rural para el fin de semana. Resulta también que el campo ha dicho que está hasta los mismísimos de quienes quieren convertirlos en siervos de sus cerdos y contables de fertilizantes o de gotas de agua, pero no hacen nada para combatir la sequía ni impiden la importación de alimentos que incumplen los estándares exigidos por Europa. Dicen que no aguantan más a los burócratas que trabajan de martes a jueves, ganan un pastón, viajan gratis y a veces los reverencian a pie de avión. Y yo estoy con ellos.
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