Otra hornada de golfos
El final de los fríos de febrero ha venido con un número extra de políticos calientes, de pelo en pecho
Esteban de las Heras Balbás
Sábado, 4 de marzo 2023, 22:44
Desde Adán y Eva –o desde el abuelo y la abuela primates–, al anunciarse la primavera, a los que calzamos zapatos o zapatillas se nos ... alegran las pajarillas, con lo que el fornicio cobra mayor fuerza de lo habitual. El triunfo de don Carnal sobre doña Cuaresma es cada año más aplastante y no hace falta que el tándem Belarra&Montero convoque ninguna rueda de prensa, ni que monte ningún número especial en el Congreso para explicar este fenómeno. Tampoco que incremente las horas de educación sexual en los colegios, en perjuicio del aprendizaje de matemáticas o historia. Porque lo único que ha ocurrido es lo de siempre: que la primavera la sangre altera. No hay más misterio. Este año, el final de los fríos que nos han visitado en febrero ha venido con un número extra de políticos calientes, de pelo en pecho. Una función grotesca y zafia, muy parecida a la que nos ofreció hace años el mangante Luis Roldán, aquel bribón que llegó a director general de la Guardia Civil en la etapa de Felipe González. La imagen más famosa de este pájaro conservada en la memoria es una foto en calzoncillos de lunares rojos, ¿o eran corazones? Mi retentiva no da para tanto. La que ahora nos muestran telediarios, diarios y móviles es la de Tito Berni con el pantalón a punto de desprenderse y el pecho al aire, abrazado a una señora. Entre uno y otro –ambos del partido que ahora dirige Sánchez– hay una larga historia que pasa por clubs de alterne y juergas con dinero público y no sólo del PSOE. Hasta Villarejo pensó abrir un local de este tipo como «fuente de información vaginal».
Para salpimentar la llegada de la primavera, además de la berrea juvenil que estalla todos los años, los informativos nos están bombardeando con las andanzas del diputado socialista canario, que de día condenaba desde la tribuna del Congreso el putiferio, pero al llegar la noche reclutaba pupilas de mancebía para sus amigos, o encargaba estas labores a su mediador, que se ha ido de la lengua. La verdad es que lo de los lupanares sólo es la guinda de una presunta corrupción con varias ramificaciones, que se gestaba –también presuntamente– en la sede de la Soberanía Nacional. Para darle más morbo, el caso cuenta con un ex general de la Guardia Civil, ya en la trena, en cuyo domicilio la policía judicial encontró más de 60.000 euros. Los tenía en una caja de zapatos, «porque se iba a acabar el mundo con la pandemia», según confesó a la juez.
Está claro que Sánchez no contaba con este contradiós que se la ha venido encima, cuando faltan 83 días para las elecciones municipales. Se pasó todo el 2022 intentando amoldar a capricho el Estado de Derecho para que éste fuera su año triunfal, pero le ha salido la galga mal capada. Un nuevo escándalo siempre tapa los anteriores, pero la gente no olvida fácilmente las rebajas en las condenas del 'procés', los trenes que no caben por los túneles, la cerrazón infantiloide para no reformar la ley 'sisí' y muchos más desmanes que no caben en esta columna. Lo que sí cabe es recordar que a una inmensa mayoría del paisanaje le atrae el morbo, lo cutre, «lo rahez» en palabras de Sánchez Albornoz. Esto de las mancebías, la coca, y las fiestas en tiempo de pandemia ha abierto los pozos negros, las letrinas más morbosas, y su hedor dura en el tiempo. Cuando el pastor sopla el cuerno, el eco llena todo el valle. Lo sabe Sánchez, aunque no esté en su tesis.
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