Ni nosotros, los de entonces, somos los mismos –como se lamentaba Pablo Neruda aquella noche triste en que había perdido un amor–, ni tampoco sabemos ... a estas alturas quiénes son los nuestros. Seguimos sin saber de dónde venimos, a dónde vamos, ni qué vamos a cenar esta noche. Hoy hace un año que nos convertimos en actores mudos de reparto en esta inmensa astracanada en la que nada es lo que parece. Nuestro papel es pasear, con gesto hosco, procurando guardar las distancias, hasta llegar al abrevadero del bar amigo, donde nos ponen una cerveza o un café. Allí nos mantenemos sin hacer demasiado ruido hasta que el camarero avisa de que las agujas del reloj van a marcar las seis de la tarde y hay que levantar la mesa, porque a esa hora siniestra, al parecer, salen a pasear los bichos más perversos de la pandemia.
Dentro del aborregamiento general, la gente ha optado por estabularse ante la tele, ese inmenso pesebre donde a la inteligencia le dan paja sin grano. La cartelera de chismes nos han ofrecido esta semana el rodaje de tres pelis: la repetitiva de la covid-19 –que va ya por los cines de barrio–, la del ocaso de las monarquías de Europa y la prevista de los encuentros en la tercera fase entre Ábalos y Arrimadas, que era esperada con ansiedad por los amantes del cine de catástrofes. En la de la covid, se han filmado unas peligrosas escenas de la carrera entre virus y vacunas, donde puede apreciarse claramente que avanzan más rápido los primeros que las segundas; la novedad de la última entrega está en el canguelo desatado por un virus todavía más malvado, que ha aterrizado en Granada, con pasaporte sudafricano.
En cuanto al serial de los reyes europeos, esta semana tocaba la reina inglesa y han puesto en pantalla unos amplios resúmenes de lo que se filmó en la residencia californiana de Gayle King, periodista de CBS, bajo la dirección de Oprah Winfrey. En esta entrega, el pugilato que mantienen Meghan y Harry con la abuela Isabel de Inglaterra, pantone incluido, ha quedado en tablas y aún no hay un claro vencedor. El travelling de la gama de colores en la pigmentación humana tiene una carga pasional acongojante.
Pero la que de verdad ha armado el taco es la peli que, con guion de Inesita Arrimadas y José Luis Ábalos, se comenzó a rodar el miércoles en Murcia, con exteriores en Madrid y Castilla y León. Las primeras escenas siguen la estela de Pajares y Esteso, con algunos toques surrealistas de 'La venganza de don Mendo', de Muñoz Seca. También guardan cierta relación, en su vertiente zafia, con la serie 'Torrente' de Santiago Segura. Como ya se sabe, todo se desarrolla en el vergonzoso cenagal donde agoniza la vida política española. El papel principal del esperpento le ha correspondido a Arrimadas, en su papel de jefa del partido bisagra, al que los politólogos de dudoso prestigio le otorgan el marchamo de contenedor espiritual de las esencias políticas. Aquí se han dejado a un lado las puertas giratorias para centrarse en las charnelas o bisagras. Han cambiado la carpintería por la ferretería, sin pasar por Ikea. Antes de ponerme a escribir esto, vi a Teodoro, el muñidor pepero, dando una larga cambiada. Todo apunta a que nos espera un largo serial para gozo de críticos y espanto del público que, envuelto en tan tremendo ruido, se ve imposibilitado para gritar su rabia y mandar a todos ellos a hacer puñetas.
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