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Aquella España de Machado

PUERTA REAL ·

Nunca Sánchez debió eternizar la agonía de un gobierno que nacía herido de muerte, porque su legitimidad de escaños tenía como pilares a partidos que desprecian la sociedad plural cohesionada española

Lunes, 18 de febrero 2019, 02:19

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Si florece el limonero en el jardín de la esperanza, es que Antonio Machado renace como fruto adelantado de primavera. Qué risa de luz desprende ... el azahar y qué bien la supo interpretar el poeta, recordando la infancia sevillana y su huerto claro. Luego llegó un tiempo de muerte y desencanto, con la joven Leonor, ya fría como mármol, abrigada sólo por la mole del Moncayo. Y don Antonio siguió con su palabra, con su lucidez y su estoicismo, con esa voz serenamente cierta, capaz de mostrar las realidades más hondas con la rotundidad de quien sabe que estamos perdiendo demasiado por el camino. Luego vino la guerra, su paso frágil por los Pirineos desde la decencia de quien no está dispuesto a callarse ante la sangre derramada, los pelotones de verdugos anunciando con sus fusiles el alba, el futuro de silencio regido por una dictadura barruntada. Cuánto dolor no guardarían sus ojos, con la ternura amorosa de su madre, tan anciana y moribunda, acompañándole por las veredas pirenaicas, camino de Francia, con destino al exilio inalcanzable, porque Colliure significó sólo la ratificación de su sentencia de muerte. Antonio Machado supo que estaba desahuciado desde que salió de Valencia, con su dignidad de poeta y su pobreza limpia. Y esta semana se cumplirán ochenta años de su asesinato, porque asesinato fue, como el de Lorca, como el de tantos intelectuales. Venció en aquel tiempo la España que rebuzna a la que piensa, la zaragatera y triste, capaz de convertir un destino de luz en pasado de sombra.

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