Para mí, es una de las noticias del año. Del siglo, si me apuran. Aunque en realidad, por mucho que ayer ocupara un titular en ... IDEAL, no sé si podemos hablar de noticia como tal. La RAE define 'noticia' como «información sobre algo que se considera interesante divulgar».
Transcribo el referido titular, a ver si les parece interesante: «España tiene un problema con el fraude fiscal, a todos los niveles». ¿Qué tal? ¿Lo consideramos noticia? Porque algo nuevo o desconocido, no es. Pero interesante… un huevo. O dos.
Julio Ransés Pérez Boga, presidente de la Asociación de Inspectores de Hacienda del Estado, que celebra estos días un congreso en Granada, lo dice así de claro: en España hay más fraude fiscal que en Alemania o Francia por el peso que los sectores turístico y de la construcción tienen en nuestra economía. El que quiera oír, que oiga.
Y luego está la precariedad de medios, «los modestos recursos humanos de la Agencia Tributaria, la falta de potestades para perseguir fraudes complejos…». Insisto en que se puede decir más alto, pero no más claro.
Para mejorar la calidad de la democracia, además de un poder judicial independiente y una prensa libre, es esencial contar con cuerpos de inspectores de Hacienda y de Trabajo fuertes, robustos, bien preparados y, por supuesto, bien remunerados. Luchar contra el fraude fiscal y laboral no solo es una cuestión de justicia y equidad, sino que fortalece la solidez democrática de un país.
Las banderas, los himnos, las pulseritas y los pin están muy bien, pero el auténtico patriotismo, el de verdad, es el patriotismo fiscal. Ser patriota es pagar los impuestos y los seguros sociales, las horas extra y cumplir los convenios. Y luego, eso sí, ser exigentes y vigilantes con el empleo del dinero público.
Lo sé, lo sé. Es muy fácil escribir todo esto, pero muy complicado llevarlo a la práctica. Duele ver algunas mamarrachadas que se hacen con dinero público malgastado. Quienes pagamos impuestos y exigimos que los demás lo hagan, siempre hablamos de la sanidad y la educación públicas. Sin embargo, los reticentes a que el Estado gestione parte de 'su' patrimonio tienen a mano decenas de casos que ejemplifican el despilfarro de los gestores públicos, empezando por la corrupción y terminando por según qué campañitas gubernamentales, ejércitos de asesores y demás enchufados.
Hacen tanta falta los buenos inspectores de Hacienda y Trabajo como los buenos gestores públicos. Por una mera cuestión de salud, de higiene democrática.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión