Aunque los pueblos antiguos orientales, fenicios, cartagineses y griegos, gustaban de frecuentar nuestras costas mediterráneas en busca de metales preciosos, no parece que nuestra península ... estuviera dotada de abundantes yacimientos de metales preciosos, especialmente de oro, aunque sí algo más de plata. Aquí, en el reino de Granada, topónimos tales como Argenteira (Lanteira) y La Aurucena (Abrucena) nos indican algunos de ellos, bien que modestos, de los que las cecas posteriores romanas y árabes, después, testimoniarán ese hecho, pero optando por la acuñación más frecuente de metales de más baja ley.
Al efecto puede consultarse la ceca accitana de la profesora sevillana Chaves. Y la tradición en favor del río Darro, de Granada, relacionándolo con la existencia de pepitas de oro, quizás más debido al topónimo que a la realidad. Aunque más tarde, el hallazgo del tesoro de Guarrázar, en Toledo, con las coronas votivas de los godos, nos indica que de algún lugar debieron extraer el precoso metal para ellas.
Pero el boom de la abundancia del oro en España tiene lugar tras el descubrimiento de América y la periódica llegada de los famosos galeones cargados del rico metal, frecuentemente robados por los piratas ingleses y franceses, y cuyo mayor volumen, poco beneficiaba a nuestra economía, pues es fama de cómo, tras llegar a Cádiz o Sevilla, saltaban los lingotes a los tercios de Nápoles y Flandes, lo que no impedía que la Corona española siempre anduviera hipotecada a los banqueros alemanes e italianos. Pero como el que parte y reparte, algo se le queda en el bolsillo, las cajas del Estado español, monárquicas y republicanas, hasta 1936, rebosaban de unas existencias auríferas del mayor volumen y valor. Así hasta el desastre de 1936, en que todo se esfumó.
¿Cómo sucedió...? Es una de los sucesos más tristes de nuestra guerra civil. Ante el cerco de Madrid por las topas de Franco con evidente peligro de entrar en la capital, el gobierno de la República tomó la decisión de sacar del Banco de España todas sus existencias en oro para llevarlas a lugar más seguro para ellos. Nos lo cuenta el secretario del presidente Azaña (Martínez Saura; Planeta, l999). Lo narra así Largo Caballero en su libro 'Mis recuerdos': Solicité el oportuno permiso para poner a salvo el oro del Banco de España, llevándolo a Francia o Inglaterra, que se negaron a recibirlo, por lo que se optó por llevarlo a Rusia. La decisión fue tomada por Largo Caballero y Negrín, ministro a la sazón de Hacienda y Marina, con conocimiento del presidente de la República, Azaña. La primera operación fue llevarlo a los fuertes de Cartagena, y luego, desde ahí, por el mediterráneo, estrecho de Mesina, bordeando Grecia y penetrando en el Bósforo, llegar al mar Negro y depositarlo en Odesa, en Rusia. La salida de Cartagena fue el 25 de octubre de l936, y el tesoro estaba guardado en 7.800 cajas llenas de oro amonedado y en lingotes, de cuyo envío se hicieron cargo Largo, Negrín y Prieto, pero después la documentación o pagarés a cargo de tal deposito lo firmaba sólo Negrín.
El envío del tesoro español, casi la totalidad de las existencias en el Banco de España, se cifró en más de mil quinientos millones de pesetas oro (exactamente: l.581.642.100 pesetas oro cuya recepción en Rusia se hizo sentir en su economía que, con tal recepción, ofreció un cierto boom económico.
Teóricamente, con cargo a tal tesoro depositado allí, el gobierno republicano español hacía y recibía peticiones de material de guerra e, incluso, de técnicos para que enseñaran a nuestros milicianos su manejo y uso. Pero según las versiones de los republicanos beneficiarios de estos envíos, tal material enviado era viejo, y de poca utilidad.
Como epílogo curioso, hay que añadir que además de quedarse los rusos con todo nuestro oro, sin dar muchas cuentas de su inversión que, según ellos, respondía a sus envíos frecuentes de material bélico para la República, hay que agregar que aún requisaron seis naves mercantes sitas en el puerto de Odesa para aplicarlas a esa cuenta de envíos de material, una vez terminada la guerra española.
Como remate de esta historia, hay que reseñar que el presidente y ministro Juan Negrín, exiliado en París tras el fin de nuestra guerra, encontrándose moribundo y quizá arrepentido, en l945, entregó la documentación relativa a este depósito en Rusia, a su hijo, para que éste lo hiciera llegar a las autoridades españolas franquistas de Madrid por si podían recuperar algo del dicho tesoro, con nulo resultado.
Más tarde, normalizadas las relaciones entre España y Rusia, en Nueva York tuvieron un encuentro el ministro español de Exteriores López Bravo con el ministro ruso Gromyko para tratar de la recuperación de alguna parte del tesoro, sin el menor resultado positivo, porque el ruso declaró estar saldada esta cuenta con sus envíos de material de guerra.
Todavía, al terminar nuestra guerra, en la nave El Vita se enviaron por los republicanos, a Mexico, los restos escasos del oro que aún quedaban en el Banco de España, para auxiliar a los allí refugiados. Las reclamaciones españolas al efecto no dieron el menor resultado, por lo que se dio por concluido este problema. Las consecuencias fueron nuestra década del hambre, 1950/1960.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión