Erri de Luca
De Buenas Letras ·
enrique martín pardo
Miércoles, 12 de febrero 2020, 21:29
El gastrónomo francés Brillat-Savarín afirma en su manual de finales del siglo XVIII 'La fisiología del gusto' que «el placer de la mesa (…) es ... el último que nos queda, para consolarnos de la pérdida de los demás».
No seré yo quien discrepe de tan ilustre gourmet, pero me complace sobremanera resaltar la existencia de otro que, a diferencia de todos los demás, nos acompaña silencioso, discreto y siempre dispuesto a complacernos a la hora que lo requiramos y hasta el último día de nuestra existencia. Me estoy refiriendo a uno que está al alcance de todas las personas, que nos transporta desde cualquier lugar hacia las más intrépidas aventuras y nos convierte en protagonistas de ellas, si así lo deseamos. Hablo del inefable placer de la lectura.
Reconozco que soy un lector anárquico, y aunque nunca dejo de leer a mis escritores preferidos, en otras muchas ocasiones compro libros por el irrefrenable impulso de un sugestivo título, por el resumen que viene en la contraportada, o por la impresión que me produce la biografía del autor. Y esto último es lo que me ha sucedido con el escritor napolitano Erri de Luca. Desde que leí un resumen de su vida en la solapa de su primer libro 'Aquí no, ahora no' se ha convertido en uno de mis escritores preferidos.
Su biografía es apasionante: ha sido albañil, obrero en una fábrica y en un aeropuerto y conductor de un camión cargado de medicamentos, como ayuda humanitaria a los heridos de la zona bombardeada de Belgrado, durante la guerra de la ex Yugoslavia. Ha aprendido de forma autodidacta varias lenguas, como el hebreo y el yidish que hablan once millones de judíos de Europa oriental, y ha traducido a Israel Yehosúa Singer y a su hermano menor y premio Nobel de literatura Ysaac Bashevis Singer. A los setenta años sigue practicando su deporte preferido, escalar montañas. Dice que es donde se siente más libre, a pesar del riesgo que corre.
Sus libros rezuman, a través de una prosa poética, fluida y muy bella, generosidad, solidaridad y compromiso con sus semejantes. Demuestra también una habilidad especial para captar las frustraciones, los sueños y las ilusiones de los adolescentes, y describe con gran maestría el entorno –casi siempre hostil− en el que conviven. Recomiendo algunos de los que más me han gustado: 'El día antes de la felicidad'. 'Los peces no cierran los ojos'. 'El crimen del soldado'. 'Montedidio', entre otros muchos que ha escrito.
Les sugiero que vean la excelente entrevista que Eugenia Zicavo le hace en 'La Televisión del Canal de la Ciudad' de Buenos Aires. No estamos acostumbrados a ver en la mayoría de las que se realizan en las televisiones de nuestro país un diálogo tan veraz, profundo y ameno, gracias a lo bien que conoce la obra del autor, a la exactitud de las preguntas, y con la atención que escucha al entrevistado para que hable con toda libertad y exponga sus argumentos sin prisa y sin que le pase por la cabeza lucirse ella con interrupciones innecesarias. Todo un ejemplo de buen periodismo.
Entre las muchas opiniones interesantes que Erri de Luca expresa en la citada entrevista, acerca de su obra y de su apasionante vida, se me ha quedado grabada una declaración tan certera y actual como injusta y conmovedora: «La guerra moderna es íntimamente, materialmente criminal: golpea mayormente a personas indefensas, y es el acto de terrorismo por excelencia: bombardea ciudades y mata más civiles que soldados».
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