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AFP
Los olivos suicidas

Yankee, go home

El tiempo, que impide vivir indefinidamente en el lado negro del corazón, y el sosiego -llámenlo, si les place, el conservadurismo de los años- fueron limando asperezas.

Ernesto Medina Rincón

Jaén

Miércoles, 28 de mayo 2025, 21:42

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A principio de los ochenta, en la universidad, todos mis colegas éramos antinorteamericanos. Decorábamos las carpetas de los apuntes con pegatinas 'OTAN, NO; BASES, FUERA'. ... Nos había pillado a trasmano la guerra de Vietnam y el napalm, pero acumulábamos motivos para el odio. Costa Gavras nos encendía con 'Missing' y la dictadura chilena. Allende, Víctor Jara, las juntas militares de Argentina, la Escuela de las Américas donde la CIA formó los torturadores y mílicos golpistas de Hispanoamérica. Los sandinistas eran nuestros héroes, Edén Pastora, el Comandante Cero. Yo era tocayo del Che Guevara y del poeta y latinista Ernesto Cardenal. Gabriel García Márquez corregido, nos considerábamos felices, pero no indocumentados. Sorteábamos nuestras contradicciones sin mayores reparos. En las películas del Oeste obviábamos el genocidio indio e incluso admirábamos su capacidad crítica en 'Pequeño gran hombre' o 'Soldado Azul'. Porque el cine europeo servía para presumir de intelectuales ante los ligues en las barras de los bares, pero en general era un coñazo.

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