Plúmbeo estío
España, en la que avanza la desertización y la sequía -sensu stricto, sensu lato-, no se ha abstraído de la pernicie veraniega.
Ernesto Medina Rincón
Miércoles, 26 de julio 2023, 21:59
Mal asunto comenzar con un título que es un casi pleonasmo. Ni siquiera sirve de consuelo justificarlo con la excusa paupérrima de que recurro a ... un epíteto. Quede la constatación de que los calores veraniegos se llevan por delante la fe, la esperanza y la caridad. Las teclas del ordenador, pringosas, se niegan a hilvanar dos frases con un mínimo de decoro. Las ideas brotan boqueantes, espasmódicas, evaporadas antes de haber sido enunciadas. La galbana impregna la vida. Para engañar al destino el personal se apresta a irse de vacaciones. La vuelta será traumática. Quienes eligieron viajes al extranjero tornarán agotados. «Si hoy es martes, esto es Bélgica» era una película que contaba el desfase tiempo-realidad de un grupo de turistas. Otros consideran que la salvación está en la casa rural de la sierra o en el apartamento de la playa. Transcurrida una quincena, muchos deciden que la única salvación está en el divorcio.
El verano es una niebla espesa. Pegajosa. Provoca noches insomnes, alucinaciones y desesperación. La longitud de los días sólo sirve para alargar la condena. Casi nadie es feliz en esta época del año. Por más que a nuestros padres idiomáticos, los romanos, la estación les alentaba el numen. Veranum tempus, tiempo primaveral, la primera parte del verano. Obviamente el asunto del cambio climático no era en la Roma Imperial una preocupación que se atisbara en el vuelo de los pájaros. Estío, con origen en la palabra latina 'aestus' (calor, fuego) se reservaba para lo más tórrido de la estación. Ferragosto, agosto de hierro, lo llaman los italianos. Los sentidos se embotan. La inteligencia se obnubila. Las lluvias son tormentas insinuadas de rayos sin agua.
España, en la que avanza la desertización y la sequía -sensu stricto, sensu lato-, no se ha abstraído de la pernicie veraniega. Leerán igual que yo, dilectos lectores, sesudos análisis sobre las elecciones del domingo o el fracaso de las encuestas. Todo ha sido ya dicho y explicado. No obstante, tampoco yo me resigno a callar mis soluciones, aunque tengo la certeza de que mi propuesta es la ensoñación de una madrugada veraniega.
Casi el setenta por ciento de los españoles ha votado al PP o al PSOE. Son imprescindibles pactos de estado para regenerar las instituciones o resolver problemas inminentes. No colijo tanta distancia ideológica entre los votantes de uno y otro partido que impida una gran coalición. Feijóo y Sánchez deberían dar un paso atrás para permitir un gobierno presidido por un político de prestigio y experiencia -postulo a Josep Borrell- con dos vicepresidencias repartidas entre socialistas y populares. Dentro de un par de años, o conclusa la legislatura, otro fiestón de la democracia con la esperanza de que la sangría de garrafón no nos provea nuevamente una resaca infame.
Fuera sólo escucho chicharras, ventiladores de aire acondicionado, el zumbido del viento solano y el lamento de los campos. Porque mi imagen de la Nación es un páramo, agrietada por la sequía una tierra en la que hormigas y moscardas apuran el esqueleto de una res muerta. El verano se me ha llevado toda ilusión.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión