Estafa piramidal de las pensiones
Los trabajadores actuales están cotizando para una pensión que no cobrarán. Los que recibimos el pago mensual del Tesoro Público deberíamos empezar a tentarnos la ropa.
Ernesto Medina Rincón
Jaén
Miércoles, 3 de septiembre 2025, 23:27
Sucederá. Indefectiblemente. Con la misma precisión criminal con la que los incendios forestales arrasan España cada verano sin que, una vez las lluvias otoñales arrastren ... los rescoldos de los bosques calcinados y las ascuas del debate político busquen otro combustible, se hayan tomado las medidas previsoras para impedir o, al menos, amortiguar la catástrofe. Es un lugar común de los economistas de cualquier adscripción ideológica. También lo intuyen los afectados. Mas no deja de ser un susurro en las sombras de la gestión pública que a nadie le interesar airear. Cuando haya estallado la bomba de las pensiones, el régimen político se resquebrajará sin posibilidad de retorno ante la envergadura de la crisis social subsiguiente. Lamentaremos la situación precaria de miles de jubilados, con el añadido de que, dada la temporalidad y bajos sueldos del mercado laboral entre los jóvenes, los padres surten la caja de resistencia de sus vástagos para afrontar la adquisición de una vivienda o su emancipación.
El sistema actual de pensiones, en el que el trabajador cotiza para garantizarse una remuneración finiquitado su periodo activo, se basa en una pirámide de población en constante crecimiento -la que los demógrafos denominan 'progresiva'- y en una esperanza de vida corta con respecto a la edad de jubilación. Así ha sucedido en España desde el boom económico de los sesenta. Sin embargo, en España la natalidad se ha desplomado. Durante los últimos ¡treinta y cinco años! no se ha alcanzado ni tan siquiera la tasa de reemplazo poblacional 2,1 hijos por mujer-. Por el contrario, la esperanza de vida ha pasado de los 69 años en 1960 a los 83 en la actualidad. Lo cual supone que, si en las postrimerías de la dictadura un trabajador cobraba la pensión menos de una década, vamos camino de triplicar el periodo de beneficio, igualando casi el tiempo dedicado a la vida laboral con el de la prestación social. Sea añadido, además, el coste médico, farmacéutico y asistencial que implica el envejecimiento de la población.
Según los datos oficiales de la Seguridad Social el déficit contributivo –la diferencia entre los ingresos por cotizaciones sociales y el gasto en prestaciones contributivas- en los meses transcurridos de este año excede los 5.000 millones de euros. La misma fuente indica que un pensionista cobra más que la media del 50% de los trabajadores. Id est, la población pasiva -entre la que me incluyo- vive con mayores recursos que la mitad de la trabajadora. Por mucho que apelemos a los años cotizados y al derecho a una vejez plácida, me chirría que esta distribución de las rentas responda a la justicia social.
El sistema se desmorona. Como en aquellas estafas piramidales en las que el chiringuito aguantaba mientras había incautos que alimentaban la insaciable caldera de los promotores. El colapso era repentino y dejaba damnificados que habían invertido la mayor parte de sus ahorros. Los trabajadores actuales están cotizando para una pensión que no cobrarán. Los que recibimos el pago mensual del Tesoro Público deberíamos empezar a tentarnos la ropa. A exigir que se abra el debate para buscar soluciones. Antes de que sólo queden montes calcinados.
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