Encuentros en la fase cero
Puerta Real ·
¿Podemos permitirnos el ridículo institucional en la coyuntura que vivimos?manuel montero
Jueves, 24 de septiembre 2020, 23:41
Es posible que dentro de unos años, cuando haya pasado todo, se recuerde el lunes 21 de septiembre de 2020 como la jornada cero de ... la crisis de la pandemia. Resulta difícil que volvamos a tener una escena tan bochornosa como la entrevista entre el presidente del Gobierno y la presidenta de la Comunidad de Madrid: por su sinsentido y la parafernalia.
Ha sido de vergüenza ajena.
Vivimos la crisis más grave en ochenta años, una pandemia que no remite en España, que rebrota y que se está cebando con Madrid. Pues bien: resulta que las dos principales autoridades concernidas llevaban meses sin hablar y haciéndose la pascua. Montan una reunión con ínfulas, para decir que colaborarán. Hay tregua, dicen los especialistas. Todo esto es absurdo. Para los acuerdos que han alcanzado, bastaba una conversación telefónica entre cargos de mediano rango. Colaborar no puede ser excepcional sino una obligación cotidiana, a la que han faltado.
¿En qué mundo vive esta gente, no saben lo que está pasando? El horno no está para juegos preadolescentes.
La escenificación ha sido ridícula. El banderío que combinaba la bandera de Madrid y la de España, una sobreactuación simbólica absurda, recuerda a la reunión entre Trump y Kim Jong-un.
¿A qué viene esa puesta en escena, que parecía una cumbre de Estado entre dos países al borde de la guerra o la recepción del Jefe de la Galaxia al llegar a la tierra? Sánchez vive en Madrid, por lo que no se entienden las alharacas, pues lo normal es que los políticos hablen y colaboren –sobre todo si tienen competencias complementarias–. Aquí hay una salida de tono impresentable.
¿Podemos permitirnos el ridículo institucional en la coyuntura que vivimos?
El boato absurdo que ha rodeado al Gran Encuentro evidencia que la pandemia se ha convertido en objeto de la lucha partidista: lo peor que nos podía pasar.
La política española viene dramatizando una particular incapacidad de gestión de la crisis, sin que pueda excluirse a ningún partido y autonomía: nadie está en condiciones de presumir de nada. En las ruedas de prensa siempre va todo bien, todo está controlado, y luego los resultados son fatales. Nadie explica convincentemente qué sucede, nadie dimite y, para rizar el rizo, tenemos la escenita de Madrid y peleas partidistas, que culminarán en la manifestación organizada por partidos del gobierno de España contra el gobierno de Madrid: la tregua no excluye la guerra. De donde no hay, no se puede sacar.
¿Qué más nos puede pasar? El vicepresidente aprovecha la coyuntura para confirmar que el objetivo de su partido es cepillarse la monarquía, una crisis constitucional desde el poder. Torra, que no se pierde una, aprovecha la ocasión para proclamar que los catalanes no deben ir a Madrid: el hombre estará feliz por haber encontrado un argumento de apariencia racional. El PSOE se aproxima a Bildu: presupuestos a cambio de política penitenciaria, esa es la idea.
De genialidad en genialidad, ¿qué puede salir mal?
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