Mis encuentros con Alex Rovira
Me encanta su comunicación no verbal, especialmente lo que tiene que ver con el volumen, el tono y el ritmo que acompañan sus siempre interesantes contenidos
Dr. José Luis Bimbela Pedrola
Sábado, 6 de julio 2019, 00:33
Mis encuentros con Alex Rovira (profesor, escritor, economista, conferenciante y consultor) empezaron en las ondas radiofónicas. Poco antes de su gran boom editorial con 'La ... buena suerte', Juan Pablo Silvestre lo entrevistó en uno de mis programas fetiche de Radio 3 'Mundo Babel'. Luego fueron llegando los encuentros presenciales: primero en la Escuela Andaluza de Salud Pública, compartiendo cursos y congresos; y más tarde, en aeropuertos y aviones, compartiendo escalas y destinos.
A mí, que desde hace años ejerzo como optimista militante, me fue muy útil conocer, de la mano de Alex, que la NASA utilizaba como prueba clave para participar en sus proyectos espaciales, un test que medía el grado de optimismo-pesimismo de los candidatos ¿Se imaginan viajar a la Luna con una persona que al menor ruido o contratiempo empezase a lanzar una retahíla de mensajes del tipo: «No vamos a llegar», «seguro que es algo grave», «nunca lo conseguiremos», «esto va cada vez peor»? Tampoco quería gente 'triste' (y así lo decía textualmente), el gran médico y sociólogo Albert Jovell (q.e.p.d.) cuando dirigía la Biblioteca Josep Laporte en el Hospital Sant Pau de Barcelona y comentaba el tipo de perfiles que necesitaba en su institución para trabajar, de forma innovadora y creativa, con él y con su equipo.
Otros de los aspectos que me encantan de Alex Rovira es su comunicación no verbal, especialmente lo que tiene que ver con el volumen, el tono y el ritmo que acompañan sus siempre interesantes contenidos. Esta parte no verbal que me gusta llamar la 'música' de la comunicación y que, según los grandes expertos del tema, representa más del 90% de nuestra comunicación, incluye: mirada, expresión facial, movimientos corporales, gestos, sonrisas, posturas corporales, contacto físico, apariencia personal, espacio físico, escenografía, volumen y tono de voz, claridad y velocidad, fluidez.
Desde hace algunos años realizo un breve ejercicio en clase (y en congresos sobre comunicación y salud) que hoy voy a proponer (permítanme el atrevimiento) también al lector interesado en practicar, en pasar a la acción, en pasar de los dichos a los hechos. Observe la frase siguiente: «Sí amor, sí que te quiero». Le pido que se la diga (dos veces y en voz alta) a la persona que usted elija. En la primera lectura, le ruego que intente comunicar claramente a la otra persona que NO la quiere ¡Adelante! Y en la segunda lectura, le ruego que intente comunicar todo lo contrario; es decir, que SÍ la quiere, que la quiere mucho ¿Ha sido capaz de hacerlo? ¿Cómo lo ha logrado? Probablemente (como hace el alumno de los cursos o el asistente al congreso) modificando el tono de voz, las pausas, los énfasis, las miradas, el contacto físico, etc., etc., etc. Todo esto que unas líneas más arriba hemos llamado la música de la comunicación.
La importancia de la música es decisiva, no solamente porque representa la mayor parte de la comunicación, sino también porque puede ayudarnos a reforzar lo que se diga con las letras (las palabras textuales) de forma que el mensaje llegue claro, nítido y sin ambigüedades al interlocutor. O, por el contrario, puede llevarnos a transmitir un mensaje equívoco (letras y músicas comunican cosas distintas); en cuyo caso lo que más impactará en la otra persona es la música. El cómo lo dijimos.
Y en el ámbito doméstico, qué interesante fue descubrir que, cuando la conversación con mi hijo sobre algún tema relevante la teníamos en 'su territorio' (su habitación), llegábamos mucho más rápidamente a pactos y acuerdos 'ganar-ganar', que cuando la teníamos en lo que él consideraba en aquellos momentos 'territorio hostil' (el salón de la casa) donde se ponía a la defensiva y resultaba mucho más difícil consensuar decisiones y alianzas. El dónde, por cierto, es también parte de la 'música' de la comunicación.
Lo mejor del caso es que no se trata de convertirnos ahora, a estas alturas de la vida, en actores de primera fila; al contrario, se trata de comunicarnos honestamente teniendo muy claros los objetivos de dicha comunicación. Sea cuando la realizamos 'en vivo y en directo o cuando la llevamos a cabo a través de las redes sociales. La comunicación honesta acaba siendo siempre más eficaz y, desde luego, más generadora de confianza mutua. Intentemos pues, armonizar nuestras letras y nuestras músicas. Hagamos que, enlazadas, suenen bien, sin distorsiones, sin desafinaciones. Claras y seguras. Pongámoslas a danzar juntas, y facilitemos (con nuestra coherencia y honestidad) que unas a otras, y otras a unas, se digan, se propongan (con respeto y con amor) la preciosa frase que nos regala Pedro Pastor (músico y cantante, hijo del gran Luis Pastor) en su último trabajo: «Te acepto el baile».
En este artículo las recomendaciones serán diversas; por una parte, los vídeos que aparecen en la web de Alex Rovira y que permiten disfrutar de esa fantástica armonización de letras y músicas. Por otra parte, el libro 'La Confianza. En su ausencia, no somos nadie', del citado Dr. Albert Jovell (editado por Plataforma Editorial, en 2007) y en el que destruye de un plumazo, con sólidas argumentaciones y un gran número de ejemplos prácticos, ese tópico tan extendido y tan tóxico que afirma que «donde hay confianza, da asco». Y finalmente, la maravillosa y lúcida última obra musical de Pedro Pastor: 'Vulnerables'. Una joya en letras y en músicas.
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