¿Cómo se hace un racista?
«La respuesta es multifactorial y compleja, y depende de los mensajes y actitudes que les llegan a los cerebros, sobre todo cuando están en formación, de su entorno familiar, sus pares y sus referentes en las Redes Sociales»
Elena Sevillano
Almería
Martes, 22 de julio 2025, 22:59
Escribo este artículo en la playa, en modo madre camaleón, lo que significa que tengo un ojo puesto en la pantalla del ordenador y el ... otro enfocado en mi hijo, un amigo y nuestro niño saharaui de acogida, que juegan con las olas como si no hubiera un mañana. Para vivir el aquí y ahora no hay nada como volver a la infancia; pero como la vida no tiene tecla de rewind, vamos tirando con la meditación y el yoga. Qué se le va a hacer.
A lo que voy, que me disperso. Tres niños de tres edades, dos etnias y tres idiomas diferentes gritando y corriendo como posesos. Se entienden perfectamente. La risa es un lenguaje universal, gráfico, expansivo, contagioso (y extremadamente ruidoso, debe de pensar la pobre señora que trata de leer, con tesón de hormiga obrera, debajo de la sombrilla de al lado).
Los veo disfrutando y me pregunto en qué momento se tuerce todo para que unos niños que se divierten juntos sin importarles ni poco ni mucho las distintas tonalidades de sus pieles terminen odiándose. O, mejor dicho, en qué momento hemos torcido tanto las cosas, como sociedad –unos por acción, otros, muchos más, por omisión–, como para haber terminado rompiéndolas de esta manera
La mala gente que llegó a Torre Pacheco a liarla tuvo infancia (perogrullo dixit), y, que la ciencia me lo rebata, nadie nace de serie siendo un racista. ¿O sí? ¿Cuándo y cómo empezaron a radicalizarse? ¿Cómo termina uno o una convertido en un ultra fascista y xenófobo? La respuesta es multifactorial y compleja, y depende de los mensajes y actitudes que les llegan a los cerebros, sobre todo cuando están en formación, de su entorno familiar, sus pares y sus referentes en las Redes Sociales. Si a eso se le suma la desinformación y el miedo al otro que prolifera en las épocas de crisis e incertidumbre, el cóctel está servido. Un veneno de acción lenta, pero letal, que amenaza la convivencia y pone en jaque a la propia democracia.
SOS Racismo Madrid presentó en 2023 el informe Aprendiendo racismo: racismo estructural en libros de texto, en el que analizaba el racismo estructural presente tanto en el texto como en imágenes de los libros de Historia y Geografía de los cuatro cursos de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), de las dos principales editoriales españolas –Santillana y Anaya–, en el curso 2021-2022.
«La principal conclusión de este informe es que la narrativa presente en los ocho libros de textos revisados contribuye al relato racista mediante un análisis simple y unidimensional de los pueblos no europeos, la exclusión –de manera deliberada o inconsciente– del rol de España en la historia del racismo, la esclavitud y el colonialismo, además de la invisibilización del aporte de otros pueblos al desarrollo humano, así como la invisibilización de la influencia cultural árabe, gitana y judía».
En una entrevista en El País, el antropólogo evolutivo Joseph Henrich decía que el mejor antídoto contra el supremacismo blanco es más ciencia y discutir ideas. Humildemente añado la importancia de que en el aula exista diversidad étnica y cultural. Y, ya puestos, que siempre, siempre, haya una buena playa con olas que en cada embate borren las diferencias, dejando solo lo importante: echar una tarde de risas en tres idiomas y dos colores diferentes de piel.
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