Los mayores y los bancos
«En vez de darles las gracias y atenderlos como se merecen, los tiran del carro digital de un patada en el culo, como si fueran un lastre, y los dejan relegados en la cuneta analógica»
Elena Sevillano
Periodista
Martes, 11 de abril 2023, 23:21
Hace tiempo, entrevistando a un creativo publicitario sobre la necesidad, cada vez más imperiosa, que tienen las empresas de mostrar su compromiso con la sociedad, ... comentaba que al sector financiero le queda mucha tarea pendiente, y que los bancos deberían ir pensando en dejarse de tanto anuncio de familias con niños rubios y sonrisas con dientes en perfecto estado de revista, y esforzarse un poco más por ayudar a resolver los problemas reales de la gente. En aquella ocasión se refería a las dificultades de los mayores para seguir haciendo sus operaciones en tiempos de banca online. Llevaban toda la vida manejándose con su cartilla de ahorros, acostumbrados a que los atendieran en caja, una persona, y de repente se encontraban en la calle (literal), enfrentados a un cajero automático cuyo funcionamiento desconocían, o delante del ordenador, agobiados y sintiéndose unos inútiles mientras un hijo o un nieto les explicaban cómo proceder.
Recuerdo con frecuencia las palabras de aquel creativo publicitario, concretamente cada vez que mi padre o mi madre necesitan una gestión en el banco, y cuentan cómo la cajera, muy amable (al final a las entidades les están salvando la cara sus empleados que, salvo deshonrosas excepciones, suelen ser comprensivos con este perfil de cliente), había salido a la calle y explicado cómo funciona el cajero, o le había apuntado en un papel los pasos que tenía que dar para bajarse la app en el móvil. Lo narran con agradecimiento por la persona que les ha echado una mano mezclado con cierta vergüenza –«Mira que le he hecho perder el tiempo ayudándome, si es que yo de estas cosas no me entero»– y con la sensación de ser poco menos que tontos.
Pues miren, no, ni mis padres ni los mayores de 70 años que conozco tienen un pelo de tontos. Es más, el dinero de esa generación trabajadora, hormiguita, ahorradora y sacrificada, hijos de la posguerra, conocedores de lo que es pasar estrecheces, o directamente hambre, han nutrido las arcas de las entidades financieras. Pero en vez de darles las gracias y atenderlos como se merecen, los tiran del carro digital de un patada en el culo, como si fueran un lastre, y los dejan relegados en la cuneta analógica. ¿Con qué derecho?
Si en lugar de eso destinaran recursos a reducir la brecha digital estarían haciendo un gran servicio a una sociedad que, no es por nada, todavía está pagando los problemillas que tuvieron en 2008, un rescate, creo recordar. Se me ocurren, a bote pronto, algunas iniciativas, como organizar talleres de alfabetización digital, o destinar a una parte del personal específicamente a atender consultas o resolver dudas. O apostar un poco más por los pueblos, que se están quedando sin oficinas bancarias a marchas forzadas, dejando a los vecinos sin servicio. Mientras escribo esto leo que la banca ha dejado a 121 municipios más sin oficina, pese a los planes de inclusión financiera, y que el 57% del territorio español está desierto de sucursales bancarias. Población mayor y rural, doble discriminación.
Les garantizo que cualquiera de esos gestos tendría mucho más valor reputacional que un cartel vistosísimo de familias con niños rubios y sonrisas de dientes en perfecto estado de revista.
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