Eleazar Benjamín Blandón Herrera
Huesos de Aceituna ·
Ahí tenemos al bueno de Eleazar, casi sin respiración tras sufrir un golpe de calor mientras recogía sandías bajo el sol abrasador. 44 grados dicen que soportó ese díajosé luis gonzález
Viernes, 7 de agosto 2020, 23:30
Todo tiene su explicación, hasta las mayores vilezas del ser humano. Vayan unos datos por delante. En las pasadas elecciones generales, la extrema derecha venció ... en la comunidad autónoma de Murcia. Logró casi 200.000 votos, 11.000 más que el Partido Popular y casi 25.000 más que el PSOE. Un territorio en el que el sector productivo agroalimentario alcanza el 20% de su producto interior bruto, situándose como líder nacional en la exportación de frutas y verduras con 2,5 millones de toneladas exportadas, que generan un valor de casi 2.500 millones de euros por cada uno de los últimos años.
Bien, pues una vez ensamblado el marco, vayamos a la foto. La del migrante nicaragüense de 42 años, Eleazar Benjamín Blandón Herrera, agonizante en la puerta de un centro de salud de Lorca tras ser abandonado allí por sus patrones. ¿Qué les parece la instantánea? ¿Dónde encontramos en ella los 2.500 millones de euros que él y gente como él ayudan a producir? Quizás, si hubiéramos llegado un poco antes con la cámara, habríamos 'cazado' a la furgoneta desde la que lo arrojaron y, ahí sí, tendríamos una porción de esa cantidad. Quizás, al ver a su conductor o al pasajero que ordenó pisar el acelerador tras cerrar el portón, hubiéramos podido imaginar que aspecto tienen quienes nadan en esa abundancia. O quizá no, seguramente estos también sean peones, otro eslabón de la cadena; empresas de trabajo temporal que actúan como mediadores de los 'nuevos señoritos' y que evitan que estos se ensucien las manos.
Pero, en definitiva, ahí tenemos al bueno de Eleazar, casi sin respiración tras sufrir un golpe de calor mientras recogía sandías bajo el sol abrasador. 44 grados dicen que soportó ese día. Sin agua, porque ni para agua le llegaba el dinero. Los 30 euros que ganaba por 11 horas de trabajo –de 7 de la mañana a 6 de la tarde- los enviaba a su país, a su familia, compuesta por su mujer –embarazada- y sus cuatro hijos. Y para poder sobrevivir aquí cocinaba y hacía otras tareas para sus compañeros. Gente que, como él, iba y venía del campo de sandías en la misma furgoneta. Siquiera cuando cayó desmayado tuvo la oportunidad de disponer de una 'lujosa' ambulancia. Fue la maldita furgoneta la que, tras dejar al resto de la cuadrilla, le trasladó hasta centro de salud.
Es Lorca, es Murcia, es España. 11.600, 200.000 y 3.640.000 votos, respectivamente, para la extrema derecha. ¿Cuántos Eleazar hemos conocido y tendremos que conocer en estas circunstancias si premiamos a quienes promueven su sufrimiento? Y no solo en Murcia, también en Almería, en Málaga… y en Jaén. ¿O ya no recuerdan lo que ocurrió en diciembre pasado en Pozo Alcón?, donde a un migrante lo llevaron ya cadáver hasta las puertas del centro de salud de este municipio de la comarca de la Sierra de Cazorla. Presuntamente y según fuentes de la Guardia Civil –informó Europa Press-, fue transportado en el coche del dueño de la explotación olivarera donde trabajaba, quien lo dejó sobre una camilla y abandonó el lugar. Fue el médico el que certificó el fallecimiento y que su muerte no se había producido en el centro de salud sino que ya había llegado allí cadáver. Y sí, el empresario imputado por estos hechos, el que abandonó a su suerte a ese ser humano del modo más vil, es parte activa de nuestra genuina ultraderecha patria. Participó como apoderado 'verde' en las pasadas elecciones generales tras haber sido concejal del Partido Popular en ese municipio.
Y ahora, continúen ustedes enzarzados en la pelea por las andanzas de don Juan Carlos. Un hombre que ha hecho lo que le han permitido los sucesivos gobiernos, la práctica totalidad de la prensa nacional y, por supuesto, sus abnegados súbditos. Como ocurrió con su antecesor en la jefatura del Estado, no lo olvidemos. Con la diferencia de que en el caso de Juan Carlos I, la Constitución de 1978 le despojó de toda potestad, volcando en el poder Ejecutivo y, en menor medida, en el Legislativo las decisiones sobre su agenda. Es decir, en último término somos los españoles y las españolas los máximos responsables de haber tolerado sus presuntos excesos; tan aficionados que somos por estos lares a sacudirnos toda responsabilidad sobre nuestras miserias. Las de nuestros 'Eliazares', las de nuestros jefes de Estado y tantas otras.
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