Francia, la grandeza rota

El aval del Consejo Constitucional francés a la discutida reforma de las pensiones que eleva de 62 a 64 años la edad de jubilación ha ... insuflado un oxígeno, en términos de legitimidad, al Gobierno de Emmanuel Macron que no ha derivado, sin embargo, en un apaciguamiento del incendio social que lleva prendiendo semanas en las calles del país. Antes al contrario, la resolución ha sido la espoleta para nuevas movilizaciones a las que la violencia de determinados grupúsculos resta licitud y autenticidad, mientras líderes partidarios como el izquierdista Jean-Luc Mélenchon han azuzado la siempre peligrosa agitación en democracia del «pueblo» contra sus instituciones. Las razones de sostenibilidad del sistema de prestaciones ante la mayor esperanza de vida que pueden amparar la reforma de Macron no le eximen de cuidar los procedimientos cuyas costuras ha tensado al límite y de conducirse con menos soberbia de la que acostumbra. Porque su frágil liderazgo, sostenido por la cada vez más incierta defensa de los valores republicanos frente al extremismo de distinto signo, es el de una Francia rota y en llamas. Una Francia que difícilmente puede desempeñarse en el mundo con la grandeza a la que sigue aspirando con semejante quiebra interna.