La dulce derrota del PP
La euforia con la que Casado saltó al balcón no se correspondía con los resultados obtenidos esa noche por el PP, barrido por el PSOE en las elecciones europeas
Ya cerca de la medianoche del domingo, la angustia, pena y desesperación con la que se había vivido el recuento electoral en la sede central ... del PP se tornó en alegría descontrolada. El partido acababa de hacerse con el ayuntamiento de Madrid y la calle Génova, hasta entonces desierta, comenzaba a llenarse de militantes que querían celebrar el acontecimiento. El célebre balcón donde los populares tenían por costumbre disfrutar de su éxito en tiempos ya pasados comenzó a iluminarse, pero la salida de Pablo Casado se demoró un rato más, hasta que al filo de la una de la madrugada resultó que también se había conseguido el Gobierno de la Comunidad. Inesperadamente.
La euforia con la que Casado saltó al balcón no se correspondía con los resultados obtenidos esa noche por el PP, barrido por el PSOE en las elecciones europeas, en descenso considerable en número de concejales y diputados autonómicos en ese mapa de España que las televisiones mostraban teñido de rojo. Pero el líder popular tenía motivos para dar saltos de alegría. Un mes después de resultar vapuleado por Pedro Sánchez en las generales, con Albert Rivera pisándole los talones y los perdedores del último congreso de su partido afilando los cuchillos con los que planeaban decapitarle, sus dos victorias de Madrid le acababan de salvar de la pena de muerte.
Su dulce derrota le va a resultar, sin embargo, amarga de digerir. Sánchez está crecido, aunque lo de Madrid le haya supuesto un revés, el PSOE se ha merendado literalmente a Podemos, que retrocede en toda España, y tiene por delante cuatro años en los que dirigir el país a su antojo, sin apenas críticas en los medios de comunicación y con un electorado, por lo que acabamos de comprobar, entregado a sus argumentos.
Cuando baje de su nube, Casado tendrá que aprender de los numerosos errores que ha cometido en los nueve meses que lleva al frente del PP: su viraje a la derecha para desarmar a Vox que concedió a Abascal el protagonismo en las elecciones generales, su equipo tan reducido y sin experiencia, la resurrección de Aznar, la marginación de los sorayistas y la selección de candidatos sin más currículum que el de saber actuar en televisión. Este último le pasa ya factura: en el nuevo Congreso que se constituyó hace unos días el PP carece de diputados con solvencia para ejercer de portavoces en temas económicos y ni siquiera tiene un candidato claro para colocar como portavoz del grupo.
Como consuelo, al presidente del PP le queda el que Ciudadanos ha dejado de perseguirle de cerca. Y, sobre todo, que los críticos de su partido están obligados a dejar de acosarle y a esperar a ver si con el tiempo, aunque tampoco tenga mucho por delante, llega a ser verdad lo que Casado aseguró en la madrugada del lunes en el balcón de Génova: que el PP ha demostrado ser «el único partido de centro derecha». Un deseo, más que una realidad por ahora.
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